27 de diciembre de 2016

El bar de las grandes esperanzas

Si valoráramos los libros por su permanencia en el ánimo, por la viveza de su recuerdo, porque continuamos dialogando con ellos mucho después de haber leído la última página, entonces para mí el libro del año es The Tender Bar: a Memoir (El bar de las grandes esperanzas; Duomo), de J. R. Moehringer.

En estas memorias, que pueden leerse como una novela, encuentra su sitio el anhelo del padre ausente, la tragicómica casa de los abuelos, la madre, pero sobre todo la búsqueda de una imagen paterna en un tío y sus amigos en un bar. Las relaciones de J. R. con el bar, con el alcohol, claro pero también con el entramado de personajes y situaciones que encuentra ahí se hacen esenciales en su formación. El protagonista creció y se hizo hombre en un bar, y tener un bar por hogar es algo definitivo.

La dulzura de la madre y la ternura, sí, ternura, que revelan en el bar la caterva de hombres rudos que van ahí a buscar una copa y una alegría, es una de las revelaciones del libro. Policías, agentes, hombres de negocios, oficinistas y empleados, revelan sus carencias, sus miserias y su necesidad de afecto.

Y el humor que yace en las escenas o momentos del libro de cada capítulo de pronto desata la simpatía incondicional o la carcajada, y no quisiera dejar de leer pero tampoco que avanzarán las páginas, en un estado de gracia que pocas veces se consigue con tal plenitud. Sin lecciones morales ni moraleja, sólo el relato duro y puro de los sucesos elegidos para contar el devenir de una vida, El bar de las grandes esperanzas gana y convence por una razón simple: está contado con honestidad.

Moehringer, periodista de prosa exacta y transparente, ganó un premio Pulitzer por un reportaje notable. Decir que su libro está bien escrito no es del todo exacto, ni justo. El suyo es un libro con una escritura limpia, precisa, clara, de una aparente sencillez que me ha despertado una admiración incondicional. Y con todo, aunque escriba estos libros, no creo que Moehringer logré otro libro igual. Me encantaría, como lector entusiasta, equivocarme en ese juicio.

Un libro así, que viene de lo más hondo, de lo más íntimo, de la mirada que extrae belleza de la amargura y el dolor es difícil que encuentre un par. Y con frecuencia ese libro solitario dice más que la docena de volúmenes de otros autores insulsos que desaparecerán sin remedio. Moehringer es de esos que escriben a partir de su experiencia pero se vierten por entero en un libro, a veces urgente, necesario, esencial.

El bar de las grandes esperanzas es uno de ellos, y por lo tanto buena literatura. A su manera, es un libro que no se agota. Aún no la comienzo, y ya empiezo a gozar de los placeres de la primera relectura.