Sucede todo el tiempo. Me pasa a mí, a ti, a él, a ella. Al menos eso espero. Basta interesarse por algo, un personaje histórico, un filósofo, un escritor, un animal, una ciudad, un movimiento artístico para empezar a encontrar en cualquier sitio y en los momentos más inesperados, menciones, información, documentos, fotos, noticias, videos o grabaciones sobre el objeto de nuestra atención.
Supongo que a alguien le sucede con frecuencia haber visto el billete premiado de la lotería en un escaparate, o encontrar en la calle a la persona que apareció la otra noche en sus sueños. Cosas así suceden con pasmosa frecuencia, a veces le llamamos azar.
A mí me sucede que desde hace un tiempo escucho todos los días una canción de los Beatles. No sé desde cuándo ni cómo ni por qué, pero ahora pasa con implacable cotidianidad. El juego, si es tal, consiste en no intervenir ni procurar que suceda, simplemente en estar alerta e identificarlo cuando tenga lugar.
El fenómeno, si es tal, no tendría ningún sentido si yo pusiera la canción en alguna máquina o equipo de sonido, o si encendiera la radio a "La hora de los Beatles" (alguien me ha dicho que ese programa es el más antiguo del mundo sobre los chicos de Liverpool).
Tampoco valdría que yo, por ejemplo, silbara o tarareara una melodía para inducir o motivar a alguien a que pusiera un disco. Y menos aun que alguien produjera una canción para complacerme o hacer que el rito, si es tal, se cumpliera un día más.
La ceremonia, si es tal, ocurre a cualquier hora, de día o de noche, en un taxi, un elevador, la sala de espera del cardiólogo, en un vestíbulo, en una cafetería, en un gran almacén, en una película o en la peluquería. El acaecimiento, si es tal, acontece, eso sí, en versión original o en un arreglo instrumental, o como una pieza de jazz. (A los Beatles lo han interpretado cantantes de ópera, orquestas sinfónicas, cantantes pop, rockeros, mariachis, grupos de salsa, etc.)
El suceso, si es tal, con su constancia, es como el paso de las horas o la cambiante luz del sol durante el día. Sí, escuchar una canción al día me produce una gratificante sensación de alivio. No soy supersticioso, pero me gustaría seguir escuchando una canción de los Beatles sin que yo intervenga.
Se ha vuelto parte del orden cósmico, un hecho telúrico, un rasgo de la normalidad. No pienso en catástrofes ni soy fatalista, y estoy seguro de que no me convertiré en una morsa, pero no me gustaría que dejara de suceder. Don't let me down.
27 de diciembre de 2016
Beatles forever
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