26 de agosto de 2014
Julio Cortázar: centenario
16 de agosto de 2014
Elogio de la máquina de escribir
11 de agosto de 2014
En busca de la Maga
6 de agosto de 2014
Rayuela (segunda vuelta)
5 de agosto de 2014
Rayuela: cincuenta años
4 de agosto de 2014
Cortazariano
(Cortazariano ya está en el Diccionario, lo cual dice mucho de este
adjetivo, de su uso y la presencia viva de la obra de Cortázar entre sus
lectores. Algunas de las preguntas del apunte siguen vigentes, la prueba es la
pobreza de las definiciones del Diccionario.)
3 de agosto de 2014
La biblioteca de Cortázar
Aurora Bernárdez (primera esposa, compañera, ángel guardián y albacea) donó a la Fundación Juan March de Madrid los más de cuatro mil volúmenes que Cortázar tenía en su departamento de París.
Jesús Marchamalo, con celo que no faltara quien califique como propio de un cronopio, fue a la Fundación y, con la complicidad del filósofo Juan Gomá, el director, se dio una vuelta por la biblioteca de Cortázar, se puso a consultar, revisar, manosear, todos y cada uno de esos libros. El resultado de su experiencia la ha contado en un librito encantador, con diseño notable (Cortázar y los libros, Madrid, Fórcola), que no tiene desperdicio.
Dice Marchamalo, entre otras muchas curiosidades, que encontró más de quinientos libros dedicados por sus autores a Cortázar (algunas de esas dedicatorias pueden verse en la página electrónica de la Fundación), y que las huellas que dejó en las páginas mientras leía dice mucho de Cortázar como lector.
Cortázar no pasaba los ojos por las palabras: las devoraba y cotejaba, cuestionaba, interrogaba, y mostraba con vehemencia su alegría, su entusiasmo, su acuerdo y su rechazo, su enojo e indignación. Sus libros tienen notas, subrayados, puntas dobladas, y guardan entre sus páginas hojas de calendario, un papelito suelto, recortes de periódico, dibujos y tachones que censuraría más de un profesor porque no es de buena educación maltratar así los libros. Cortázar tenía una relación física, afectiva e intelectual con los libros que leía.
Hechos con lápiz o bolígrafo, los libros rebozan de marcas, cruces, líneas, flechas, círculos, corchetes, paréntesis, exclamaciones, admiraciones, interrogaciones, observaciones, interjecciones, exabruptos y palabras que no dejan la menor duda de la opinión y la emoción que despertaba la lectura: “Bodrio”; “Voilà”, “Ça”, “Massacré”, “Ah”, “Penoso”, “Falso”, “No”, “Are you sure?”
Las aprobaciones también pueden ser rotundas: “Ojo!”, “Importante”, “Cierto”, “Maravilloso”, u oraciones completas: “Un grande, un maravilloso libro”, y la prueba del asombro es tan clara como la intensidad de la lectura. Escribió en su ejemplar de La realidad y el deseo de Cernuda: “¡Pero cómo ordena tanta sustancia peligrosa un ritmo sobrio y una estructura serena.”
Ese rastro tan visible de la lectura en los libros es tan revelador como las opiniones y juicios que podrían aparecer en un diario si Cortázar hubiera llevado uno. La biblioteca de un escritor es una declaración de principios, una torre desde la cual mirar, una fuente riquísima de anécdotas y datos, un juicio literario, una trayectoria como lector, una biografía oculta.
La de Cortázar no es la excepción y guardaba secretos y tesoros: los libros leídos y vueltos a leer, los favoritos y admirados son elocuentes, dicen tanto de su poseedor, como la ausencia de otros libros imprescindibles, como el desdén por los que permanecieron intonsos, intactos.
Cortázar aparece en sus libros como un cazador obsesivo de erratas, como un lector atentísimo y exquisito, como un intelectual lúcido y crítico. No falta el humor y el cariño manifiesto. Las huellas en los libros de los escritores amigos o a los que admiraba, hablan con más verdad e intención de su relación que cualquier testimonio o biografía.
La biblioteca de Cortázar es también una biografía cifrada (que ha dejado de serlo al quedar expuesta en los estantes de la Fundación March), una fuente de sorpresas y alegrías, una versión abreviada de la segunda mitad de su vida, la expresión encuadernada de una vida dedicada por completo a la literatura, la punta del ovillo de una vida secreta, estrictamente personal. Qué loco macanudo sos!, anotó al margen de uno de los libros de su biblioteca. Pues eso.
2 de agosto de 2014
Julio Cortázar
Se inventó a sí mismo. Julio Florencio Cortázar inventó un monstruo llamado Julio Cortázar. La oruga salió mariposa. ¿Quién es la oruga? Julio Denis, el seudónimo o el primer Cortázar. Sin embargo, aunque ya era él, sí hubo metamorfosis y al morir seguía el proceso: por eso no dejó, literal y físicamente, de crecer. ¿A qué otra forma hubiera llegado? Pudo haber sido un vampiro o un lobo u otra invención de sí mismo. Es imposible saberlo porque salvo en política, no era predecible. Era un buscador y se persiguió a sí mismo. Era un perseguidor y se buscó a sí mismo. Un día se encontró con Julio Cortázar, el caracol, el escritor genial.
No escribió un diario, memorias o autobiografía, pero escribió tanto sobre sí mismo y redactó tantas cartas como extensa es su obra. No hizo de sí mismo un personaje (como Borges), pero identificó su manera de estar en el mundo con su literatura. Hay una forma cortazariana de mirar, de sufrir pesadillas, de escuchar música, de ver París, de imaginar y buscar a una mujer, de escribir cuentos, de andar por el mundo. Sus personajes vivían cortazarianamente (también, por mímesis, muchos de sus lectores).
Julio Cortázar, el hechicero, el mago, el prestidigitador, el encantador de palabras, el buscador de absoluto a la orilla del abismo (sigo tan sediento de absoluto como cuando tenía veinte años) sólo quiso hacer literatura e inventó un mundo a su imagen de semejanza, en el que cupiera un tal Cortázar y todo lo cortazariano. Pensaba que buscaba, pero se perseguía a sí mismo. ¿Qué buscaba? ¿A cuál? (el del doble es uno de sus grandes temas.)
Hay una edad Cortázar y un color Cortázar y un ritmo Cortázar y una música Cortázar y una ciudad Cortázar y… Algunos han intentado seguirlo, otros defenestrarlo, algunos cándidos han pergeñado biografías y pretendido desentrañarlo, pero el secreto y el misterio y el encanto de su fascinación siguen intactos. Algo maravilloso les sucedía a las palabras cuando Cortázar las tocaba. Se encendían, se iluminaban. ¿Será posible descifrar el ovillo Cortázar? Cortázar era más que un hombre y un escritor. Cortázar es más que un modelo, es un enigma vital de belleza y deseo y palabras para armar.