Una palabra basta para dar un salto de la Tierra al Cielo, para vislumbrarlo intoxicado de palabras plenas, para aproximarse al menos por un instante a un orden deslumbrante y bello como el dibujo de una mandala o la perfecta simetría efímera de la rosa de un calidoscopio: para evocar el vértigo de la sed de absoluto.
Son muchos lo que deberían saberlo pero pocos lo recuerdan. Rayuela apela y nos mueve en un plano metafísico. Rayuela, la obra maestra de Julio Cortázar, no es una novela, nunca lo ha sido, tampoco una anti novela ni una contra novela. Ha sido el más acabado intento de fundir literatura y vida, memoria y deseo, el yo y el mundo.
Rayuela es muchos libros porque nos contiene, a los que fuimos, los que somos y aun los que seremos. El que se quedó con la anécdota y los planos más superficiales cayó en la trampa del ovillo París y el efecto del tiempo. Rayuela está en nosotros y en el proyecto de hombres y mujeres que ya no fuimos.
Rayuela es una dosis, un espacio, una casilla de felicidad al precio de un juego infantil para el que se atreviera a soñar y mirar como no había imaginado que pudiera hacerlo. Rayuela es un libro mágico y subversivo, o tan tonto y simple y demodé como lo piden los censores y las buenas conciencias.
Rayuela es un boleto para viajar, un juego literario y un manual de vida sin instrucciones de uso. Rayuela es un tablón para fugarse por la ventana. Es un juego que nos dice que la vida está acá y allá, en otra parte.
Rayuela es todavía un medio, un método, una estructura para armar, un andamio, un trampolín, una burbuja voladora, una lucecita para que los buscadores sin remedio, los inconformes, los sedientos de belleza y otros mundos intenten esbozar una respuesta y no dejen de buscar la salida del laberinto, el sentido último de su presencia en la Tierra.
Rayuela es una linterna, una luciérnaga que puede iluminar la siguiente casilla. Rayuela es el tablero en el cada uno impone sus reglas. Rayuela es también un canto y un poema que no cesa de alegrar y de nombrar a los que todavía cantan y celebran jugando la poesía.
Rayuela es una de las formas más intensas de la escritura; la expresión en palabras de un espejo en el que la realidad toma la forma ontológica de nosotros mismos y nuestros sueños y uno de los escasos vehículos para inventarse y arañar un cielo.
Dicen los famas y los esperanzas que vigilan los calendarios y cuentan los días y las horas, que hace cincuenta años Rayuela salió por primera vez de la imprenta. La efeméride es irrelevante. Su efecto, a pesar del tiempo y todo lo perdido, de todos los desengaños y sinsabores, de los esnobs y los mal envejecidos, sigue siendo vital, lúdico, amoroso, divertido, provocador, nostálgico, estimulante y radiactivo.
(Apunte del 28 de junio de 2013.)