27 de septiembre de 2014

Papel mojado

Se ha inundado una parte de la casa, la que está debajo del nivel de la calle. Una riada de lluvia furiosa bajó por la pendiente, entró a mi estudio y devoró libros, cuadernos, apuntes, fotocopias, discos, documentos (copias de contratos, facturas, recibos de honorarios, declaraciones fiscales) y papeles diversos que no eran míos pero con ellos trabajo.

Como un estoico (hoy me siento uno de ellos), los he puesto en el patio, aunque los días nublados tienen poco sol, luz plomiza y aire húmedo, y me he afanado paciente a secar lo que es posible rescatar. Me digo que casi nada se ha perdido, que nada de eso vale un lamento, salvo un par de cuadros, obra plástica imposible de recuperar.

El recuento no es del todo negativo. He tirado por fin una carpeta con las doscientas cuartillas del borrador de un libro que sé bien desde hace mucho tiempo que no escribiré nunca, y reapareció, después de años, también empapados hasta el alma, los apuntes y borradores de un libro que aún me tengo prometido.

También han encontrado su sitio entre los desechos, decenas de artículos de periódicos y revistas admirablemente recortados, papeles sueltos, notas, y los puse en la caja de cartón (su féretro) con el gesto inaudito del que quita lastre para seguir adelante sin detenerse en lo pasado intrascendente.

Nada sentí al desprenderme (aunque mucho tiene que ver su estado) de impresentables y deshechas primeras versiones y pruebas de imprenta de libros ya publicados. Casi como una liberación me deshice casi sin mirarlos de papeles y más papeles sin el menor rastro del celo con que los guardaba.

De los libros hay poco que lamentar, casi nada que no se pueda reponer con muchos pesos en una buena librería. La casa huele a humedad. Aún quedan papeles por revisar que acabaré por tirar de una buena vez. Los muebles de madera y los objetos están mojados y en impecable desorden; me llevará muchas horas de varios días reordenar mi estudio.

Pero ya presiento la inédita satisfacción de haberme liberado de una carga, un peso inevitable, como si una parte del pasado pudiera ser corregido o ganara levedad, como si fuera posible desecharlo con unos kilos de papel mojado.