29 de agosto de 2021

Poesía es...

En el momento en que alguien es tocado por el numen de la poesía, que suele suceder en la adolescencia, se sabe llamado, y, para algunos, elegidos, la vida cambia. Entonces comienza el aprendizaje sin fin, la aproximación al misterio. Lectores, académicos y críticos, sin contar a los poetas, se preguntan qué es la poesía. Tal vez sea la gran pregunta, después de cuál es el sentido de la vida.  Tenemos mil respuestas, y frente a cada una la poesía escapa a la definición y vuelve a florecer.

Algunas poéticas merecen toda nuestra atención. De Platón y Aristóteles y Horacio a los ensayos de Eliot y Pound y Paz los poetas se preguntan qué hacen cuando escriben poesía. Todos lo saben, y ninguno tiene la última palabra. La poesía es fiel a sí misma y se fuga y escapa de todo lo demás. 

En los periódicos está todo. Cualquier lector atento lo sabe. No sólo se publican noticias y análisis, reportajes, también notas falsas, medias verdades, artículos que son una puñalada y mensajes políticos de la peor calaña; también se publican otras cosas, pero a veces aparecen respuestas no esperadas, incluso verdades reveladas. 

Hace unos días abrí un periódico y en la sección de cultura me encontré con la entrevista de una página de una señorita poeta, cuya fotografía, por fortuna, ocupaba casi la mitad, porque más revelaciones hubieran sido, por así decirlo, delirantes.

Dice la señorita poeta, de cuyo nombre no quiero acordarme, recién lanzada como la estrella poética de las redes sociales (que le dure quince días), que la poesía le va bien porque «al ser el género fundacional de la literatura es el más comprensivo, flexible y abierto a la experimentación, y me gusta mucho experimentar, porque la vida y la poesía son eso, y un milagro». 

Uno se apresura a tomar nota porque eso no lo había dicho ni Paul Valéry, y luego viene sin aviso previo la confesión impagable de que la poeta se da vuelo en este género porque (agárrese fuerte, lector, porque vamos a despegar) le «gusta conjugar ciencia, misticismo, historia, política y arte» y le ofrece «la posibilidad de crear sin etiquetas». Uno piensa en Homero, Virgilio, Dante, Milton y Quevedo y agradece su obra, aunque hayan creado con etiquetas. 

Y luego, entrados en materia, la poeta abre su alma y confiesa que: « En este género me doy vuelo, porque me parece que es una plataforma muy sabrosa para lo mismo expresar un estandarte político e intelectual que una inquietud emocional, sociocultural; para hacerla cromática».

Así que la poesía, viene a enterarse uno, después de desvelarse con Maiakovsky, Pavese, Kafavis, Pound, Paz, Eliot, Saint-John Perse y Mandelstam es eso: una plataforma muy sabrosa... para hacerla crómatica... De pronto, uno comprende que vivimos tiempos muy turbios en el que nada es lo que parece y puede decirse y hacerse casi cualquier cosa. Pronto, por donde vamos, el homicida le reclamará a la familia de su víctima el costo de las balas o el gasto de la tintorería por la salpicadura de la sangre que manchó su ropa.

En el mejor de los casos, pensé al cerrar el periódico, el misterio de la poesía, por llamarlo así, sigue intacto. Que nadie se confunda. La poesía evade las definiciones y esquiva a los necios; lo saben, deslumbrados, los poetas y los buenos lectores de poesía.

28 de agosto de 2021

Otra vuelta a Rayuela

Julio Cortázar descubrió, con sorpresa, que Rayuela (1963) era un libro para los jóvenes. Él pensó que escribía un libro para lectores de su edad, que ya rebasaba los cuarenta y cinco años, pero eran los universitarios de Europa y América los que se lanzaron al libro como si tuvieran un objeto mágico o una brújula en medio del desierto o en medio del mar en una noche sin estrellas. Rayuela fue un libro que cambió vidas, que rompió desde el lenguaje y la música y las actitudes vitales de los personajes las expectativas literarias y formas de vida de generaciones de lectores. Creo una manera rayuelesca de estar en el mundo, y rompió el mapa de la literatura hispanoamericana. Hoy circulan, están disponibles, al menos cuatro ediciones de Rayuela, que ya es más que un longseller un clásico. A casi sesenta años de su publicación sigue siendo leída… por los jóvenes. Acabo de releerla en un taller con lectores no del todo jóvenes con fatales resultados: les parece aburrida, pretenciosa, vana, demasiado intelectual, simple, sin argumento… Rayuela sigue atrayendo cada año a un buen número de lectores; para esos jóvenes lectores sigue siendo una fuente de respuestas, de preguntas, una novela/mandala, un camino al cielo, un faro vital.