La singularidad de un artista está en su mirada. En encontrar donde nadie antes había visto nada, en encontrar el escorzo, el punto que revela algo nuevo en lo ya visto . En reconocer lo que siempre ha estado ahí y nadie había nombrado de esa manera.
Una mirada revela una historia donde nadie había sospechado. Una mirada descubre figuras y composiciones que pareciera que ya estaban ahí pero nadie había desvelado. Como si la música ya estuviera en el aire y en el tiempo y sólo faltara el músico que la agitara para que se desprendiera el sonido y comenzara. Como si las arquitecturas prodigiosas estuvieran sostenidas en esa mirada hasta que la sostiene la solidez de sus materiales. Donde otros ven y acaso sienten lo mismo sin abrir la boca, el poeta levanta una oda, un tsunami de palabras.
Hay miradas dulces y otras que pareciera que levitaran. Algunas miradas se fugan, otras se levantan en rebeldía. Hay miradas que erigen realidades que a veces no son de este mundo. Hay miradas que erigen mundos que encienden las cotidianas realidades. Hay miradas fatales y otras que se fugan, otras se levantan en rebeldía.
Hay miradas de fuego y miradas de mar. De viento y de sal. Las hay nostálgicas y temerarias. Hay miradas ansiosas y frívolas, otras son esquivas y fugaces. Hay miradas elocuentes y otras silenciosas.
Es conveniente esquivar las embusteras, las embaucadoras, las que atraviesan como canto de sirena.
Hay miradas de inteligencia, y todas las letales son femeninas. Hay maneras de mirar y de encontrar, de reconocer los objetos y celebrar la belleza. En la mirada está la clave. Hay tantas maneras de mirar como de habitar el mundo.
28 de diciembre de 2016
Miradas
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