27 de diciembre de 2021

La basura

En mi calle viven vecinos de muy diversa condición. Hay casas muy hermosas, con enredaderas y ventanas afrancesadas; De otras sólo se ve una puerta no muy vistosa y bardas enormes encaladas que dan la vuelta a la otra calle. Otras son de clase media, y otras se muestran como la expresión más dura de la pobreza. Sin salir de mi barrio (formalmente un «pueblo originario»), al sur de la Ciudad de México, es posible palpar la desigualdad en el ingreso y heterogénea y diversa que es la sociedad.


Los estudiosos de la ciencias sociales usan diversos indicadores para medir la pobreza. En los censos y encuestas, el personal del instituto de estadística hace preguntas que en algunos sectores o lugares del país pueden parecer absurdas.

Para medir la riqueza (sí, la pobreza y la riqueza se miden, y puede haber tantos criterios para ellos como observadores y analistas), son recurrentes las preguntas: ¿usted guisa y evacúa en la misma habitación? ¿Tiene agua corriente? ¿Cuántos focos o bombillas hay en la casa? ¿El suelo es algún material o de tierra? ¿Tiene un radio? ¿Tiene teléfono? ¿Tiene televisor?

Supongo que ahora se preguntara cuántos teléfonos celulares hay en esa casa, cuántas computadoras y tabletas, y podrían preguntar si la conexión de luz e internet es legal. Los indicadores y niveles socioeconómicos son sorprendentes. Y las prioridades: algunas personas tienen un teléfono celular de alta gama, como se dice con toda elegancia, cuando casi podrían estar formados en la fila de los indigentes para recibir una despensa familiar.

Se me ocurre, y pongo al disposición de los estudiosos, científicos e instituciones que de esto se ocupan, que se considere el indicador basura. Medir la pobreza por lo que las personas desechan. Es impresionante lo que se puede encontrar. La basura dice mucho de quien la tira, de su educación, ingreso y estilo de vida.

Entre mis diversos vecinos, algunos desechan muchas botellas de plástico, sobre todo de refrescos; también muchas cajas de cartón y empaques de alimentos procesados. Otros, sacan basura (ya la bolsa o caja dice mucho) de productos de lujo (electrodomésticos, zapatos, ropa de tiendas caras), en otros apenas veo, en simple inspección al pasear por mi calle,  sobre todo de residuos orgánicos. 

Dos casos. En la esquina, hacia el sur, hay una casa en al que viven dos mujeres, una anciana, que debe estar muy cerca de la pobreza absoluta desde cualquier criterio; y a tres casas de la mía, vive una familia de la que no sé nada, por extraño que parezca, que saca la basura en un práctico y moderno contenedor, que los lunes en la mañana aparece lleno de desperdicios (los fines de semana no hay recolección del basurero), y con frecuencia al pie del contenedor cajas y bolsas con más basura. Yo puedo calcular, de una mirada, a juzgar por las botellas de whisky single malt y vinos finos, entre otras envolturas, que la fiesta de fin de semana fue un banquete de lujo, y que el gasto de esa fiesta fue mayor, por mucho, al ingreso de la casa de la casa de la esquina.

Dime qué tiras y te diré quién eres, podría ser la frase de la propuesta. Está claro que ésta no sirve para acabar con la pobreza, ni siquiera mitigarla, pero medir la basura puede ser un indicador más de enorme utilidad. Si bien me ubico en la clase media que tiende a empobrecerse en los últimos tiempos, dan ganas de envolver bien la basura, para ocultar un poco las enormes desigualdades.