28 de diciembre de 2014

Instrumentos de escritura

"Nuestros instrumentos de escritura participan en la formación de nuestros pensamientos" escribió Nietzsche, y sabía bien lo que decía. Sócrates quería parir a la verdad y confiaba en la memoria al punto de negar la escritura. Jesús trazó unas palabras en la arena y las borró enseguida.

George Steiner nos recuerda esto con perspicacia: Sócrates y Jesús no escribieron ni publicaron nada, y sin embargo sus palabras cambiaron el mundo. Pero no todos pueden transmitir su pensamiento mediante la mayéutica, la memoria y la parábola. Para el resto nos queda la escritura. Y Malala, la admirable, sabe de la fuerza invencible que transforma, libera y enriquece cuando se conjugan un maestro y un alumno con un cuaderno y lápiz.

Nietzsche tiene razón. No se escribe igual a mano que con una máquina de escribir o que con una computadora. No se escribe igual porque no se piensa igual, con la misma velocidad y el mismo sentido. Porque el texto mismo no revela y sugiere lo mismo.

Tampoco es lo mismo escribir a mano con un lápiz o un bolígrafo o una estilográfica. No es la misma escritura la que aparece en una hoja suelta que un cuaderno. La disposición, el peso del instrumento, la levedad del lápiz frente a la gravedad definitiva de la tinta, todo ello, hacen que cambie no sólo el pensamiento sino también los trazos, la calidad de la caligrafía.

Nietzsche tuvo una máquina de escribir. Una máquina de una extraña belleza que parece todo menos un instrumento de escritura. Una media esfera dorada con teclas arriba que parecen clavos. Podría ser un sismógrafo o un instrumento de navegación. Nietzsche fue un pionero, y escribió con ella cuando ya no veía bien, y descubrió que los instrumentos de escritura participan en nuestros pensamientos.

Luego lo supo T.S. Eliot y otros muchos, y debiera saberlo cualquiera que va de uno a otro instrumento en busca de la expresión justa, la idea central que aglutine lo disperso, el que busca la contundencia absoluta de un verso.

Voy de un instrumento a otro en busca de mi mejor escritura. Voy de uno a otro atento, mirando los cambios en la sintaxis, en la hondura. A mano escribo oraciones más largas y complicadas. En la máquina más directas y cortas. El instrumento ayuda a pensar. Entonces, si de desdobla y cambia, ¿cuál será la escritura más íntima y personal? ¿Dónde estará la escritura más pura y desnuda?