21 de diciembre de 2014

Una novela de Marguerite Duras

Leí La amante inglesa, con creciente placer, la tarde un domingo. Marguerite Duras, es una escritora enorme, cada día digna de la mayor atención, aunque pareciera que ha pasado su momento de gloria editorial.


Siempre lo he sabido, desde que descubrí hace mucho una posibilidad de la escritura con Los caballitos de Tarquinia, Moderato cantabile, Los ojos azules pelo negro, El square, El amante, El dolor, El amor. Duras sorprende desde los títulos de sus libros, con esa sencillez y claridad que revelan lo profundo con impecable brevedad.

Lamento no haberla frecuentado en muchos años; Marguerite Duras y su tocaya Yourcenar son las dos señoras de las letras francesas. Ambas absolutamente singulares e indispensables. 

Comencé a leer y a gozar tanto el relato como las artes de una maestra de la novela. La estructura, la inteligencia de los diálogos, el dominio de los resortes del suspense sin ocultar nada al lector, la astucia literaria son impecables.

Me he asombrado del registro, de la profundidad y precisión de la historia contada con palabras sencillas, con el vocabulario que podría entender un estudiante de secundaria. ¡Qué asombrosa maestría para contar una historia!

Y por último, la profundidad, la lucidez transparente para adentrarse en lo más oscuro: la derrota del amor, la infelicidad, el tedio conyugal, la fantasía y la imaginación, el sinsentido, el deseo insatisfecho, los celos, la locura. 

Todo está ahí, en esas páginas que se disuelven ante los ojos como una golosina en la boca. Sí, Duras crece en el tiempo; se erige en la distancia como maestra de novelistas, señora de las letras francesas.