24 de diciembre de 2014

Cioran pudo ser novelista...

Escribí este libro en 1933, a los veintidós años, en una ciudad que amaba, Sibiu, en Transilvania. Había acabado mis estudios de filosofía y, para engañar a mis padres y engañarme también a mí mismo, fingí trabajar en una tesis sobre Bergson. Debo confesar que en aquella época la jerga filosófica halagaba mi vanidad y me hacía despreciar a todo persona que utilizara el lenguaje normal. Pero una conmoción interior acabó con ello, echando por tierra todos mis proyectos.

Así comienza el Prefacio de En las cimas de la desesperación, el primer libro de E. M. Cioran. Esta obra, escrita en rumano, le salvó la vida. Lo salvó de sí mismo, de la desesperación del título, con arrebatos líricos que le dieron, a través de la escritura, una forma de vida y una forma de estar en la vida. Una forma de vivir y una razón para hacerlo.

Este libro no está compuesto de los aforismos o adagios, de las sentencias luminosas y fulminantes de los libros de madurez, sino de ensayos breves propios de un recién graduado en filosofía. Es este un Cioran que todavía no ha hecho del cinismo y la ironía dos de sus herramientas más poderosas y letales.

Me reconforta leer en Navidad este libro de Cioran, que no conocía. Su lucidez, su pesimismo, me ofrecen un contrapeso necesario y estimulante. Un equilibrio, el otro lado de la medalla. Cioran es tan intenso, tan claro e inteligente, que siempre ofrece algo, aporta, y enriquece el momento, la soledad, el insomnio, la noche.

Pero ahora que leo el Prefacio, me doy cuenta de que sus primeras líneas podrían ser el primer y rotundo párrafo de una novela. Ya está ahí el átomo original de una buena novela. El personaje, su circunstancia; el narrador y su punto de vista, su arrogancia, su calidad moral y la conmoción que acaba con sus proyectos.

Estoy convencido de que hubiera sido un buen novelista, pero Cioran no se sentía filósofo ni escritor. Sin embargo, en esas líneas hay más verdad y ficción, más fuerza y literatura, que en muchas, muchas novelas deslucidas de miles y miles y miles de palabras.