20 de diciembre de 2013

Baricco y el tiempo

Alessandro Baricco no se parece al común de los escritores, va por la vida con un aura antiintelectual, un estar del otro lado de las cosas, una simpleza ejemplar y dichosa. Bien pudo ser actor o una estrella de rock. Decía en una conferencia improvisada, con la misma soltura con la que los italianos conversan en la sobremesa, quitándole gravedad a su oficio, que su vocación literaria surgió de la necesidad de inventarse cuentos a sí mismo: «Papá trabajaba siempre, mamá siempre estaba triste; entonces tenía que contarme historias para no aburrirme.»

De pronto, dice algo que casi cualquier otro escritor lo diría con gravedad académica o trágica solemnidad: «El tiempo es algo raro con lo que jugamos toda la vida. Jugamos una vida y casi siempre perdemos.» Ulises tarda años en volver a su casa. Cuando al fin está frente a Penélope, al final de la Odisea, necesita tiempo para reencontrarse con su mujer. Necesitan tiempo para reconocerse, para colmar su tiempo.

Todas las parejas tienen a fin de cuentas un problema de tiempo: Julieta y Romeo no son la excepción. Su problema no son los odios y pleitos entre sus familias, sin la falta de tiempo: una noche es un poco tiempo, luego se acaba su tiempo, y mueren casi al mismo tiempo. Les falto tiempo.

En la vida no se gana la partida contra el tiempo. A veces estamos un poco antes, con frecuencia un poco después. Por poco estamos a tiempo. La sincronía, pareciera, es la excepción, la norma es el destiempo trágico. Es como ir siempre tarde, como ser impuntuales, ir detrás en busca del momento justo que permitiría el gran encuentro, la realización en nuestra vida, nuestra historia; otra vez: en el tiempo.

Tenemos un lío con el tiempo, pareciera que quisiéramos jugar con el tiempo o contra él, pero siempre, más tarde o más temprano, nos quedaremos sin tiempo. Tenemos un problema grave con el tiempo, y la belleza del ser humano, de la vida, nace de ello. ¿No sería estupendo, por ejemplo, dice Baricco, poder conocer a nuestra propia madre cuando era más joven, cuando aún no habíamos nacido. Todas las historias tienen un problema de tiempo.

Llegamos, conocemos, estamos a tiempo y a destiempo. Nos ocupamos en tantas cosas, vamos de un lado a otro, y pocas veces nos damos cuenta que nuestro gran problema es el tiempo. Tenemos un problema con el tiempo.

Luego, habló de cómo se cuenta una historia, de sus libros. De cómo funciona el tiempo en la ficción, de la velocidad del lector que entra en el tiempo del autor. Yo me había quedado atrás. Al salir de la conferencia, no quise, por mucho tiempo, mirar el reloj.