30 de agosto de 2011

Un día marcado por un haz de luz y de alegría

De pronto, de vez en cuando, uno cae en un estado de efervescencia vital, y poco importa la causa, que con frecuencia suele permanecer oculta en los pliegues de la memoria, en las coordenadas del destino y el destiempo. De pronto, uno tiene una certeza absurda, y sé que hoy sería un gran día para recordar un tiempo dichoso con o sin motivo y pasear por el parque y contar las hojas de un árbol, para tomar una copa de vino en una terraza y conversar hasta vislumbrar verdades metafísicas, para bailar un tango y leer poesía o componer una canción, para comer un plato de fabada y andar en bicicleta por un sendero desconocido. De pronto uno recuerda algo y siente un golpe de nostalgia y dulzura. Las razones pueden estar ahí o permanecer ocultas, pero en el fondo no importan. Vislumbrar una tarde poética es una facultad que los hombres no hemos perdido a pesar de la Historia y el desengaño. Hoy podría ser uno de esos días marcados por un haz de luz y de alegría. Sí, es así. Pero uno descubre, de pronto, que ya es tarde.