Hace setenta y cinco años asesinaron a un poeta. Lo mataron la ignorancia, la intolerancia, los prejuicios, la sed de sangre, el odio fratricida. Era uno de los más altos poetas de la lengua. Su poesía siguen siendo la alfaguara de la que manan versos perfectos, frescos, sonoros, cegadores, deslumbrantes. García Lorca sólo hay uno, y su obra se ríe del tiempo porque se sabe de agua, tierra, luna, claveles y acero. Nadie sabe dónde están sus restos, en algún paraje de Granada, pero sus poemas están en todas partes, en los libros, en los labios, en la memoria. Ay Federico, contigo se murió un poco de lo mejor de España. Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, un andaluz tan claro. Quien dice tu nombre, evoca a la poesía. ¿Quién escribirá tu Llanto, quién cantará tu gloria, en un presente eterno, sólo para vencer a tu muerte, cualquier día, a las cinco de la tarde, a las cinco en punto de la tarde?
19 de agosto de 2011
García Lorca
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