22 de agosto de 2011

Irma

No hace mucho estaba entre nosotros. Fue al médico por un problema gástrico, y le encontraron que tenía muy mala una válvula del corazón. Era absolutamente necesaria una cirugía porque corría el riesgo, le dijeron, de sufrir una muerte súbita. Me pregunto si no es deseable, estoicamente, una muerte súbita, hoy o mañana, morir de pronto por un ataque fulminante, que hacerlo lentamente después de una operación inútil, de los días infernales, con daños irreversibles, atada a la cama de un hospital.

Las cosas salieron mal. Terminaron unos días después de la peor manera posible. Alguien nos habló de complicaciones casi increíbles, de una desafortunada sucesión de hechos lamentables, de posible negligencia médica. Todo pasa en un instante. La vida es un gran instante.

Ahora, de pronto, falta Irma. Es difícil hacerle justicia a sus virtudes, es sabido que todos los hombres se redimen al morir, aún los más viles y canallas son entonces un poco menos malos o pecadores. Pero Irma, en verdad, siempre tuvo un gesto amable ante todo y para todos. Era afable y modelo de serenidad y equilibrio. De buen gusto y mesura, de alegría ecuánime, de entusiasmo y vitalidad. No creo que haya ofendido a nadie en su vida. Nunca la escuché quejarse ni la vi contrariarse.

Toleraba mis comentarios rudos con paciencia de santa y sospecho que, mujer de fe, elevaba sus oraciones para que me fueran perdonadas mis opiniones, esas que ella consideraba blasfemas. Pero no era una beata, era una mujer que estaba en el mundo, ahora lo sé, para alegrar la vida de los otros. Ella no quería irse todavía. La suya fue una partida prematura porque daba una lección de cariño, de vida, a cada instante.

Impecable lectora, disfrutaba de la música y del cine (le encantaban las películas italianas). Era la primera en llegar cada miércoles al taller de lectura y acaso la más entusiasta. Siempre se sentaba a mi lado. Ahora la echamos de menos. Las sesiones, sin ella, ya no son lo que eran. No hace mucho, parece mentira, hace un instante, Irma estaba entre nosotros. In memóriam.