20 de enero de 2011

La protagonista

Voy a escribir una novela, una historia de desamor, un encuentro a destiempo. Ya he imaginado la frágil línea argumental, el débil tejido de la trama, el punto de vista del narrador. Ahora estoy en busca de la protagonista. Debo ser muy cuidadoso en la elección, no puedo cometer otro error, ya serían demasiados. No puedo permitirme que suceda eso que en el cine y el teatro se llama miscast. En una novela, aunque cada género tiene lo suyo, puede suceder algo semejante, que un personaje no cumpla con las exigencias de su papel.

Yo necesito una protagonista de nombre sonoro, aristocrático. Una mujer joven, guapa antes que bonita, bella, de aspecto impecable y fácil sonrisa, educada, universitaria, con conocimientos de matemáticas, música e inglés. Será linda e inteligente. Debe tener una rotunda presencia cinematográfica y un perfil psicológico complejo y rico en matices. Una personalidad encantadora. No deberá faltarle gravedad de ánimo y carácter.

Tendrá convicciones e ideas firmes, que defenderá a lo largo de la novela. Deberá estar dispuesta a vivir las desventuras y sinsabores, las alegrías, escenas y circunstancias que yo escriba. En particular, se esforzará en el conflicto que define su personaje. Aceptará el vestuario, accesorios, peinados y maquillaje que le indique. Hablará con claridad y firmeza perfectas y tendrá, por último, el encanto personal, el ángel que el papel exige para que se gane la admiración incondicional de miles y miles de lectores.

Su presencia implica la aceptación de las condiciones, usos y costumbres comunes entre un escritor y sus personajes. Su disponibilidad y exclusividad serán absolutas, no deberá tener problemas de horario: las madrugadas, los fines de semana y las vacaciones son horas y días laborales para un autor. La protagonista estará dispuesta a trabajar en cuantos borradores y versiones sean necesarios para lograr el texto que anhelo, durante varios meses, quizá un año, y se someterá con perfecto estoicismo a las correcciones sin fin en busca de una prosa clara y precisa, pulida como un espejo.

Le aseguro que al final la recompensa habrá valido cualquier esfuerzo: se habrá convertido en una heroína de novela. Interesadas en el papel, favor de presentarse literaria y literalmente en la primera página del libro, aún en blanco, donde elegiré a mi protagonista. En cuanto encuentre a esa hija de la imaginación y el azar, de la literatura y la necesidad, empezaremos a trabajar en esa triste historia.