En el vigésimo cuarto canto del Inferno, Dante Alighieri, acaso el más alto poeta de Occidente, dijo alguna vez Octavio Paz, escribió hace siete siglos bien contados: Omai convien che tu così ti spoltre, / Disse il Maestro, chè, seggendo in piuma, / In fama non si vien, nè sotto coltre: / Senza la qual chi sua vita consuma, / Cotal vestigio in terra di sè lascia, / Qual fumo in aere od in acqua la schiuma.*
Estos versos, puestos en boca de Virgilio, bien pueden ser un lema, una divisa, la fuente del numen y de la persistencia de un poeta en su trabajo; sin duda lo fueron del gran florentino en su esfuerzo por alcanzar la gloria. (También don Quijote en sus caballerescas aventuras buscaba la fama, que es otra forma de aspirar a la inmortalidad.)
Para la grave empresa de resistir la erosión del tiempo los poetas eligieron las palabras, que a veces son duras y pétreas, marmóreas, pero las más de las veces tan frágiles y efímeras, tan maleables y misteriosas, tan ligeras y aladas en el aire como el humo, y tan esquivas, frescas e instantáneas como la espuma en el agua. ¿De qué están hechos, oh Poeta, el tiempo, la fama, el humo, la espuma, las palabras?
* "Pues te conviene, tu pereza espanta", / dijo el maestro, "que en la blanda pluma / fama no has de ganar, ni so la manta: / quien sin ganarla su vida consuma / igual vestigio dejará en la tierra / que humo en el aire y en el agua espuma". (Versión de Ángel Crespo.)
13 de febrero de 2009
El humo, la espuma, las palabras
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