13 de febrero de 2009

El humo, la espuma, las palabras

En el vigésimo cuarto canto del Inferno, Dante Alighieri, acaso el más alto poeta de Occidente, dijo alguna vez Octavio Paz, escribió hace siete siglos bien contados: Omai convien che tu così ti spoltre, / Disse il Maestro, chè, seggendo in piuma, / In fama non si vien, nè sotto coltre: / Senza la qual chi sua vita consuma, / Cotal vestigio in terra di sè lascia, / Qual fumo in aere od in acqua la schiuma.*

Estos versos, puestos en boca de Virgilio, bien pueden ser un lema, una divisa, la fuente del numen y de la persistencia de un poeta en su trabajo; sin duda lo fueron del gran florentino en su esfuerzo por alcanzar la gloria. (También don Quijote en sus caballerescas aventuras buscaba la fama, que es otra forma de aspirar a la inmortalidad.)

Para la grave empresa de resistir la erosión del tiempo los poetas eligieron las palabras, que a veces son duras y pétreas, marmóreas, pero las más de las veces tan frágiles y efímeras, tan maleables y misteriosas, tan ligeras y aladas en el aire como el humo, y tan esquivas, frescas e instantáneas como la espuma en el agua. ¿De qué están hechos, oh Poeta, el tiempo, la fama, el humo, la espuma, las palabras?


* "Pues te conviene, tu pereza espanta", / dijo el maestro, "que en la blanda pluma / fama no has de ganar, ni so la manta: / quien sin ganarla su vida consuma / igual vestigio dejará en la tierra / que humo en el aire y en el agua espuma". (Versión de Ángel Crespo.)