Volvió a suceder. Era inevitable. El 18 de julio pasado, un ciudadano ejemplar fue al Centro Pompidou, en Metz, Francia. Su visita hubiera pasado inadvertida para el mundo si no hubiera mordido un plátano expuesto, adherido a la pared con cinta adhesiva, que para el museo y el responsable de la monumental tomadura de pelo es una obra de arte.
Las autoridades del museo, con ayuda de curadores y técnicos expertos en restauración, se encargó de restaurar el orden de manera inmediata, es decir, sustituyó el plátano mordido por otro y lo adhirió a la pared con otro trozo de cinta adhesiva. Por fortuna, informó la oficina del museo, el suceso inesperado, el incidente «no alteró en absoluto la integridad de la obra. Como la fruta es perecedera, se sustituye regularmente según las instrucciones del artista».
El ínclito autor de la obra, titulada Comedian, es el artista italiano Maurizio Cattelan, que al enterarse del atentado a su creación, lamentó que el ciudadano hambriento de arte «confundiera la fruta con la obra de arte. En lugar de comerse el plátano con piel y cinta adhesiva, se limitó a consumir la fruta.» Es decir, el ciudadano ejemplar que visitó el museo no entiende una palabra de arte. Una pena.
Este artístico y musáceo lío comenzó con su exposición original en 2019, en Miami. Donde la misma obra del conspicuo artista fue mordida, esa vez por otro artista (la envidia asoma con todos sus dientes) para protestar por su precio, que entonces era de sólo ciento veinte mil dólares, y que en el año 2024 fue vendida por seis millones doscientos mil dólares en una subasta de Nueva York.
En el mundo, sólo existen tres ejemplares de Comedian. Tal vez sería más correcto decir existían, porque el empresario chino-estadounidense Justin Sun se comió uno de ellos luego de comprarlo por una cifra millonaria, aunque debe considerarse que, como lo hicieron en Centro Pompidou, siempre es posible sustituir un plátano sin alterar en absoluto la integridad de la obra, si se siguen las instrucciones del artista.
Si Pitágoras sabe contar y el arte sigue siendo arte, han sido devoradas las tres versiones de Comedian, lo cual puede generar una polémica mundial si debe considerarse una lamentable pérdida del patrimonio mundial, o una feliz ingesta, como una asimilación o apropiación, de tres amantes del arte.
Pero el arte es diálogo entre obras y artistas, una serie de imitaciones, comparaciones y continuaciones sin fin. Y esta bananera historia ha encontrado su continuación en la Enter Art Fair, la feria de arte más importante de Escandinavia, que se celebra en Copenhague, Dinamarca, los últimos días de agosto.
Ahora, la artista danesa Thyra Hilden ha concebido una pieza de arte con sólo dos elementos: dos plátanos sostenidos por un clavo en la pared, colocados uno al lado del otro en posición cóncava, forman un hueco entre ellos, una oquedad que la artista no ha tenido el menor reparo en asociar con la representación de una vulva.
La pieza, sólo cuesta, por un acuerdo entre la galerista y la artista, doce mil ochocientos sesenta y nueve dólares, el diez por ciento del precio original de Comedian. El módico precio no se debe a un gesto de modestia (toda modestia es falsa), y tampoco a un cruel ejercicio de autocrítica, sino a una forma de protesta feminista, algo así.
Y si no hay otro giro, otra vuelta de tuerca del talento creativo de doña Thyra Hilden, como podemos suponer con suspicacia que la mirada del inconsciente también es artística, el clavo que sostiene las dos piezas, el vértice y punto más sensible y delicado de la obra, bien puede representar un enorme clítoris.
El llamado arte contemporáneo no deja de sorprendernos; imposible negarlo, si no fuera otra cosa, parecería simple y sencillamente genial.