5 de septiembre de 2025

Migrantes

Esta vez no me refiero a los cientos de miles que huyen del hambre y la miseria, de la persecución política, de la guerra, del odio y la intolerancia, esos que van por el mundo buscando un lugar para vivir. A esos, los encontramos en las calles de Ciudad de México casi siempre de paso hacia los Estados Unidos. Los vemos también en los diarios y telediarios todos los días. 

México es uno de esos países que expulsan a su gente por falta de oportunidades, de trabajo, de educación. Atraídos por la enorme diferencia en los salarios, y el sueño de una prosperidad de fantasía, millones de mexicanos han cruzado la frontera norte. Muchos no vuelven. Pero casi todos envían dólares a sus familias en México. Las llamadas remesas son una enorme cantidad de dinero, y significan un porcentaje muy considerable de la economía del país.

Pero ahora no pienso en ellos, en los desheredados o los buscadores de un mejor futuro. O no exactamente como ellos. De pronto, me doy cuenta que tengo muchos parientes migrantes.

El concepto de familia ampliada, en la que sumamos parientes en tercero o cuarto grado, cuando la sangre y la genética ya tienen poco que decir, es común entre nosotros. Si considero hermanas, primos hermanos o en primer grado, primos segundos, y sus hijos, sobrinos hasta en segundo grado, de mis familias paterna y materna, encuentro que trece parientes míos han migrado.

Ninguno de ellos ha huido por pobreza extrema, y las razones económicas apenas alcanzan a dos de mis primos que emigraron a Estados Unidos. Todos los demás se han marchado a Europa. Tengo parientes en Italia, España, Francia, Alemania, Suecia. Sólo una prima volvió, luego de años en Francia. 

La mayoría se fueron a estudiar y luego la ilusión de seguir viendo el mundo, un empleo atractivo, el amor y sus consecuencias los arraigan lejos y no vuelven. A algunos de mis sobrinos, por ejemplo, será muy complicado volver a verlos, salvo los guiños que depara el azar. 

Así que no sólo se van los pobres. (De hecho, los migrantes mexicanos no son los que viven en pobreza extrema.) También los universitarios de clase media acomodada. Yo siento esas ausencias. Creo que no es bueno perderlos del todo, y también creo que pierde el país. Pero tal vez ellos ganan, y eso es lo más importante. 

Las personas van y vienen. Los jóvenes buscan su lugar en el mundo. Nada nuevo bajo el sol. Así ha sido, y así será.