30 de marzo de 2015

Luis Rius, poeta

Nació en España, pero llegó a México muy pronto, a sus nueve años, cuando acabó la guerra civil. Aquí vivió, se educó y trabajó (doctor en Letras por la Universidad Nacional, de la que fue profesor, entre otras). Aquí escribió una poesía solitaria que no acabó de encajar del todo en ninguna de las dos vertientes.

Tal vez por ello Luis Rius, poeta de dos tierras, es mal conocido en España, y aquí casi lo hemos olvidado. Casi nadie lo recuerda ni lo cita ni lo lee, aunque el Fondo de Cultura Económica reunió su obra en el volumen Verso y prosa hace unos años.

Publicó cuatro poemarios, Canciones de vela, Canciones de ausencia, Canciones de amor y de sombra, Canciones a Pilar Rioja, y una selección, Cuestión de amor y otros poemas, en la que incluyó algunos poemas inéditos, que terminó de preparar poco antes de morir, en la ciudad de México, en 1984.

Tengo a la poesía de Rius, con el regusto vivo de mis primeras lecturas, por una de las más límpidas y claras de la lengua, de una transparencia impecable. También, al menos en apariencia, una de las más sencillas, y sería mejor decir humildes, aunque los dos adjetivos llaman al equívoco y el malentendido. En sus poemas, todo es íntimo, casi un susurro, rico en sutilezas, con un pie en la tradición de la gran poesía española y el otro en la singularidad de su mirada.

Luis Rius tenía dos temas, y luego salía de caza e incursionaba otros cotos. El primero fue la tristeza y el destierro. Por algo llamo a una de las partes centrales de su selección de poesía reunida: Arte de extranjería. Tenía a España más en el deseo y la imaginación, en la historia y la palabra que en la memoria, y cuando volvió a su tierra se dio cuenta de que ya le faltaba la tierra americana.

El otro tema era el amor. Le encantaba las manifestaciones populares de la cultura española. Así, se enamoró de Pilar Rioja, una bailadora notable de flamenco, que tuvo fama y reconocimiento. El poeta puso en ella su corazón, sus ojos, su asombro y su entendimiento. Verla bailar fue para él un acto mágico y trascendente. Luis Rius veía en la danza de esa mujer el misterio de la belleza en movimiento. Se casó con ella.

Yo era muy joven cuando los saludé una noche, en una fiesta, después de una función. Debe de haber sido a principios de los ochenta. Ella iba de bailadora célebre, él de poeta admirado. Ha pasado mucho tiempo, pero algunos momentos, como algunos poemas, permanecen. Ahora recuerdo a Luis Rius, poeta, con estos versos dedicados a Pilar, tan suyos en su anhelo, tan limpios en su vuelo:

Si yo pudiera hacer a mis palabras
girar como los giros de tus cuerpo,
curvarse como el vuelo de tus brazos
y quebrarse al compás de tu cintura,
se moriría de amor ese silencio
de la sonrisa que sonríen tus labios
y gemiría tu sangre largamente
al escucharlas, como la mía gime
cuando al bailar me hieres y me sonríes.