4 de diciembre de 2011

La arena y el segundero

Borges lo escribió en "Límites", un pequeño poema (no hay tiempo que perder en palabras necias), y es probable que otros hombres lo hayan pensado. Sumar años de vida es también una resta implacable. Él dice en el poema que a mi edad sabía que no volvería a recordar una cita de Verlaine, que hay una calle a la que no volverían sus pasos, que entre los libros de su biblioteca había alguno que ya no volvería a abrir.

Ahora sé, tras él, que cada día aumenta la cuenta de los días desde que vi por última vez a mi padre, que es finito el número de veces que veré la clara luna. Ahora sé, lo admito, que no aprenderé aquella lengua extranjera que hubiera querido, que no volveré a conversar con algún amigo, ni escribiré aquella novela cuya trama he olvidado. No volveré a alguna ciudad amada, y sé bien que tampoco volveré a ver a alguien que quiero y frecuento en mis sueños.

En este día (¿qué sería de nosotros en el siglo sin las ceremonias y los ritos?) imagino que todavía tengo mucho tiempo (aunque siempre es relativo), pero el aniversario me recuerda que se cierra un ciclo y que a cada instante me queda menos. Aún hay sol en las bardas, me digo que dijo don Quijote. Sí, pero la muerte me desgasta incesante, recuerdo que escribió Borges. Llego a esta fecha y me entretengo perplejo en estas cosas mientras vivo y se me escapa la vida y se agota aniquilador el tiempo: también mientras escribo estas palabras, cae la arena y avanza implacable el segundero.