Recelo de los biógrafos que pretenden saber todo de la vida de sus biografiados y que dan explicaciones y conjeturas y motivaciones psicológicas y explican traumas y deseos y frustraciones, de esos que interpretan los sueños y cada gesto de aquellos a los que han convertido en su objeto de estudio. Pero hay hechos inobjetables, hay hechos históricos, testimonios y documentos que nos permiten decir con certeza que Colón se hizo a la mar en tres carabelas.
“Que un individuo quiera despertar en otro individuo recuerdos que no pertenecieron más que a un tercero, es una paradoja evidente. Ejecutar con despreocupación esa paradoja, es la inocente voluntad de toda biografía", escribió Borges. Una búsqueda rápida y superficial en la bibliografía señala al menos una docena de biografías de Borges. Deben ser muy pocos los momentos y rasgos de Borges de los que no tengamos noticias. Sabemos de su origen y su situación familiar, conocemos sus gustos, sus lecturas y opiniones. Podemos seguirlo casi paso a paso por sus viajes.
Tenemos muchos testimonios de sus amigos y conocidos, y el propio Borges conversó muchas veces con periodistas que lo entrevistaron, en ellas habló casi siempre de sí mismo. Sus libros han sido comentados y estudiados en todo el mundo. También sabemos de sus desdichas, de su ceguera y sus decepciones amorosas.
Todo estaba en su sitio, hasta que mi amigo Félix me trajo de Buenos Aires una biografía cuyo título no podría ser más engañoso: Las novias de Borges, tal vez porque Borges, en sentido estricto, no tuvo novias. “Borges y el amor”, el primer capítulo de esta nueva biografía de Mario Paoletti, revisa la vida amorosa de Borges, con lo que se muestra más claro que nunca el monumental desastre que fueron la relaciones de Borges con las mujeres. Vuelvo a otros libros y aparece una y otra vez la desdicha, la incapacidad de amar, de enamorar a una mujer y, sobre todo, de ser amado.
La búsqueda del amor fue una constante en la vida de Borges. Con tenacidad digna de la épica, Borge se enamoró una y otra y otra y otra vez y siempre con lamentables resultados. Borges no dejó de buscar una mujer y no dejó de fracasar. La mujer más importante de su vida fue su madre, Leonor Acevedo. Tal vez su único noviazgo, en el sentido pleno de la palabra, lo vivió en su juventud con Concepción Guerrero. Las otras relaciones, algunas muy importantes, fueron amoríos frustrados, relaciones sin rumbo, sin compromiso, sin proyecto. Los biógrafos mencionan entre esas relaciones los nombres de Cecilia Ingenieros, Estela Canto y María Esther Vázquez. Borges, si acaso, conseguía la admiración y el reconocimiento, nunca el cariño y el amor de esas mujeres.
No es un secreto su matrimonio tardío y blanco con Elsa Astete, viuda, a la que Borges había pretendido en su juventud. Pero este primer matrimonio, cuando el novio tenía sesenta y ocho años, no fue para él la realización de un viejo amor y la encarnación de una célebre novela colombiana, por el contrario, fue un naufragio del que Borges literalmente huyó. Luego, al final de sus días, encontró en María Kodama, una antigua discípula, la compañía constante y delicada y el amor de una esposa. Menos mal.
La incapacidad de Borges para el amor físico es tema central de biógrafos y críticos, así como sus causas, pero tal vez se ha mencionado mucho menos sus sufrimientos, de los que dejó constancia en algunos de sus relatos pero sobre todo en sus poemas. El amor es un tema recurrente en la poesía de Borges: "Es el amor. Tendré que ocultarme o huir". / “Me duele una mujer en todo el cuerpo”. / “La dicha que me diste y me quitaste debe ser borrada; lo que era todo tiene que ser nada”. / "Sólo me queda el goce de estar triste, esa vana costumbre que me inclina al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina". / "Sólo una cosa no hay. Es el olvido.”
Es posible que la de Borges sea la más desastrosa vida sentimental en la historia de la Literatura. Nunca dejó de buscar y pretender mujeres, pese a la serie larga y documentada de fracasos amorosos. Se enamoraba de mujeres imposibles, vivía amores desafortunados más en su ánimo y su imaginación que en la vida.
Borges fue inepto para el amor, lisiado para el amor, minusválido para el amor. Borges fue el modelo del incompetente en el arte de seducir y enamorar a una mujer, y sin embargo sabía muy bien de los sinsabores y desengaños, de la amargura y los dolores del desamor y el fracaso.
Adolfo Bioy Casares, amigo de Borges durante cuarenta años, anota en su libro Borges, en la entrada del 20 de junio de 1958: “Con Silvina [Ocampo; la mujer de Bioy] recordamos las mujeres de Borges: Margot Guerrero, Silvina Bullrich, Estela Canto, la condesa Álvarez de Toledo, la condesa de Wrede, la Rubia Daly Nelson, Cecilia Ingenieros, Marta Mosquera, Alicia Jurado, Susana Bombal, Pipina Diehl, Mandie Molina Vedia, Gloria Alcorta, Wally Zenner, la cuñada de Ibarra [Elsa Astete Millán].
Por “mujeres de Borges” debe entenderse sus musas, las mujeres que pretendió o idealizó. La lista no es exhaustiva. Según Mario Paoletti habría que añadir a las mencionadas los nombres de Elvira de Alvear, Ulrike von Kühlmann, Norah Lange, Haydée Lange, Elvira Sureda, Viviana Aguilar. Una de ellas, Ema Risso Platero, declaró: “Borges jugó a que nos queríamos”.
Esta galería del no seductor no deja ser impresionante. La contumacia de Borges sería un hecho notable en su vida. No sabía de amores, pero vivió con absoluta intensidad el dolor del abandono y el desamor. Escribió con conocimiento de causa que una mujer puede dolerle a un hombre en todo el cuerpo, sabía que con su ausencia se miden las horas del tiempo. Borges, experto en decepciones amorosas, sabía que: "enamorarse es crear una religión cuyo dios es falible".
Perseverante, una y otra vez, hasta el final, no dejó de enamorarse.
29 de diciembre de 2011
Borges y las mujeres
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