Quizá la realidad también es una metáfora, dice Octavio Paz en El mono gramático, una de sus obras maestras. Sí podría serlo, si el lenguaje es una metáfora de esa metáfora que es la realidad. El lenguaje es una aproximación a la realidad, pero hace, construye esa realidad, la nombra y le da forma y consistencia.
¿Cómo sería la realidad sin el lenguaje que le da nombre y un orden, es decir, una gramática? ¿Cómo sería la metáfora llamada realidad si no pudiera ser nombrada, definida, adjetivada y conocida por esa otra metáfora llamada lenguaje?
La palabra al nombrarlo crea el mundo, pero las palabras no son las cosas. Aristóteles ya sabía que la más poderosa herramienta del entendimiento es la metáfora. Este es un asunto para Platón y Borges, que sabían mucho de estas cosas.
Si la realidad es una metáfora, y el poeta sabía bien lo que decía, ¿qué hay detrás del símil, de la metáfora y la retórica? La vida cotidiana y la palabra desnuda. El hombre y la palabra. "La vida sencilla": Llamar al pan el pan y que aparezca / sobre el mantel el pan de cada día...
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22 de diciembre de 2014
La metáfora, la palabra
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31 de marzo de 2014
Octavio Paz
Nació hace cien años. Podría, en el tiempo,
haber sido mi abuelo. Pero fue más un mentor, un maestro involuntario y lejano.
«Piedra de Sol» iluminó mi juventud y me descubrió que los límites de la poesía
son los del universo, y que en un poema prodigioso pueden encontrar su sitio el
amor y el erotismo, la lucha y los otros, la imaginación y la historia, el
poeta y el mundo.
Sus ensayos articularon mi emoción y
sentimiento. De El arco y la lira
aprendí lo que sé sobre la belleza y la poesía y la poética. Fueron el golpe de
gracia bajo el que sucumbí al hechizo de las palabras. De sus ensayos
históricos y políticos aprendí que la libertad y la justicia se necesitan una a
la otra, y que a ambas hay que defenderlas todos los días. Comprendí que la
reflexión y la crítica son los mejores antídotos contra los abusos del poder.
Paz ha sido en mi vida un punto de
referencia, una presencia fija y luminosa como una estrella. De pronto vuelvo a
un verso suyo, a una página, a una idea. Casi sin proponérmelo, no dejo de
leerlo, lo cito con frecuencia, vuelvo a sus libros como a una fiesta recurrente
de la palabra desnuda, la revelación y la inteligencia. Su literatura dice y llama;
ilumina y convoca. Su pensamiento, deslumbrante y lúcido, me excita, me
estimula, me acompaña. Si leo a Paz, de pronto entiendo, comprendo. Sí, su obra es de luz y una fuente inagotable de sabiduría.
Dice en El
mono gramático que «La fijeza es siempre momentánea»: sí, sus palabras
están fijas y mutan y cambian a cada momento, en eso que llamamos presente. Su
literatura es luz y letras vivas. «El presente es perpetuo», es el primer verso
de «Viento entero»: sí, la literatura de Paz es un momento perpetuo, es la
fijeza renovada de la verdad y la belleza en el presente. Su palabra se erige y
se ahonda de sentido y claridad en el siglo, precisa y eléctrica se engrandece con
el tiempo.
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17 de marzo de 2014
Julio Cortázar y Octavio Paz
Dos escrituras paralelas
…anillo
de Moebius de una figura del mundo
donde la conciliación es posible,
donde anverso y reverso cesarán de desgarrarse,
donde
el hombre podrá ocupar su puesto
en esa jubilosa danza que alguna vez
llamaremos realidad.
Julio Cortázar
¿La
realidad será el reverso del tejido,
el reverso de la metáfora
–aquello que está del otro lado del lenguaje?
(El
lenguaje no tiene reverso ni cara ni lados.)
Quizá
la realidad también es una metáfora.
Octavio Paz
Las diferencias entre ellos son un abismo, un bosque cerrado
que oculta sus semejanzas. Veo una brecha, intuyo el dibujo de un sendero poco
frecuentado; me aventuro y sé que no sería difícil perder el rumbo, pero la
experiencia, desde el inicio, es estimulante. Octavio Paz (marzo) y Julio Cortázar (agosto) nacieron en 1914, como argentino y mexicano representan dos puntas del
continente de nuestras letras, y sus obras son dos estaciones tan luminosas y
gratificantes en la literatura de su siglo; las suyas son literaturas
brillantes hacedoras de belleza y pensamiento. Sin ellos, habríamos gozado
menos, la realidad se hubiera deslavado, sabríamos menos del mundo, de nosotros
mismos.
Sin ellos, sería imposible entender la poesía y el cuento,
el ensayo y la prosa profunda y ágil escrita en español; algunas de sus mejores
páginas, quiero decir, las imprescindibles entre las muchas en verdad brillantes
y notables que escribieron, forman parte de lo mejor de los géneros que
cultivaron y tal vez no sólo de las escritas en nuestra lengua.
Algunos de sus libros los sobrevivirán por mucho, mucho
tiempo. Sin ellos, no se explican sus vidas, no se entiende una parte de nuestro
horizonte cultural. Sus obras son dos puntos fijos y dos caminos. Fueron muy
distintos, sus escrituras apenas conversan, pero convergen en varios puntos que
al unirlos trazan una ruta y muchas preguntas.
Fueron amigos. En los años sesenta, Cortázar visitó a Paz
cuando éste era embajador en la
India. (Existe un video casero en el que bailan con otras
personas en el jardín de la embajada de México en Delhi.) Se estimaron y
respetaron, y se sabe que existe una copiosa correspondencia entre ellos,
cartas que nos revelarán cuando se publiquen la hondura de su conversación y el
diálogo intenso que mantuvieron. La pasión política, otro rasgo común, acabó
por distanciarlos. Tomaron dos caminos opuestos, divergentes al punto de no
encontrar el acuerdo mínimo para el diálogo.
Pero hubo un momento en que dos textos, como dos cometas contemporáneos
y paralelos, irrumpieron e iluminaron con su singularidad y su inteligencia. El mono gramático y Prosa del observatorio son dos paralelas, dos escrituras “hermanas”
que cruzaron el cielo de la lengua y lo incendiaron. Su fulgor es tal que aún
no salimos del asombro.
Esos textos, esas escrituras, relatos que son prosas que son
poemas que son prosas poéticas, revelaciones e introspecciones «suceden» en la
India. Paz hace el camino de Galta («un poblado de ruinas en las cercanías de
Jaipur, en Rajastán») hacia 1968, y Cortázar visita en 1967 el observatorio de
Jai Singh, en Jaipur, y el de Delhi. Tardarían dos o tres años en escribir sus
libros. Paz escribió El mono gramático
en Cambridge, Inglaterra, y está fechado en el verano de 1970. Cortázar firmó Prosa del
observatorio en París y Saignon, Francia, en 1971. Americanos, fueron al otro lado del
mundo, la India, para luego escribir su experiencia en Europa.
No es fácil encontrar dos libros con esa fuerza y esa
maestría; dos escrituras tan ceñidas que
renovaran la lengua. Por raros y singulares (empezando por sus respectivas
obras completas), por irrepetibles, son dos impecables trayectorias paralelas.
La correspondencia y equivalencia en la intención, en la
intensidad de esas prosas poéticas, tan lejanas y en contrapunto de El mono gramático y Prosa del observatorio son pasmosas. Brillan en lo más profundo de
la sabiduría vital de Octavio Paz y en la vitalidad fantástica de Julio
Cortázar. Paz, camina y descubre, se asombra, encuentra; Cortázar parte de la
imaginación y lo fantástico para encontrar la realidad. Paz avanza y cuenta,
canta; Cortázar imagina y crea mientras sueña.
¿Por qué un santuario en ruinas, plagado de monos y
mendigos, y un observatorio en ruinas, ambos en la India, despertaron la
voluntad de escrituras tan extrañas como maestras? Ambas tienen, además, ilustraciones
y fotografías que no son accesorias sino esenciales de los libros.
¿Alguna vez se habrán propuesto, habrán comentado, la
intención de hacer textos de escritura pura, libre, a partir de lo que los
movía y entusiasmaba? ¿Cómo explicar las coincidencias, que apuntan al Norte de
la escritura pura, desnuda, en su más alta intención e intensidad? Es difícil
imaginar dos prosas más distintas y al vez más contenidas, plenas de intención,
abismales y profundas.
El mono gramático
y Prosa del observatorio son viajes, caminos,
encuentros, hallazgos, promesas, palabras, imaginación, deseo, historia y
trayecto personal, monumentos verbales majestuosos erigidos a partir de ruinas
de sitios sagrados y centros astronómicos, donde se busca el camino espiritual
y se trazan los mapas de las estrellas. En ambos hay animales (monos;
anguilas), está el pasado y la naturaleza, el erotismo, el yo y el presente,
los otros y una visión de futuro.
El de Cortázar es un texto político: cree en un futuro
utópico. El de Paz, una revelación del yo en todos los hombres. En ambos, hay
algo sagrado, algo aún o resuelto y descifrado. Textos hermanos en su espíritu,
escrituras eléctricas conductoras de inteligencia. Sabiduría hecha palabra,
revelación imaginada; prosas magníficas aladas de poesía.
Estos textos podrían decir mucho de las razones y sinrazones
de la amistad entre Paz y Cortázar. Dos creadores impecables, diversos,
profundamente afines y diferentes; dos contemporáneos que dialogaron.
Estos textos equivalentes en sus respectivas obras, son
piezas raras, únicas, misteriosas. Dos estadios perfectos de la revelación del
hombre por la escritura. Escritura en estado literal o químicamente puro.
Algunos hombres iluminados, a veces, cuando escriben, lo hacen como lo dioses.
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