19 de abril de 2018

La permanencia de Octavio Paz

Fabienne Bradu, en uno de sus ensayos sobre Octavio Paz, «A veinte años del Nobel» (Permanencia de Octavio Paz, Vaso Roto, 2015), en el que reivindica como fundamental entre las enseñanzas del poeta «la salud y virtud de la rebeldía», recuerda también que para conmemorar ese vigésimo aniversario, en 2010, se emitiría una moneda con su efigie: «Pobre Octavio. Ni siquiera llegó a billete y se quedó en morralla, que quizá sea la moneda de cambio para la poesía».

La lectura del lamento de Bradu despertó mi memoria. Yo había guardado una de esas monedas, sí, pero ¿dónde? La tenía completamente olvidada. Revolví mi estudio y luego de una búsqueda larga y persistente la encontré en el fondo de un cajón. Fechada en el año 2000, la Casa de Moneda emitió una moneda de veinte pesos con el perfil de Octavio Paz (el dibujo deja mucho que desear, en sus líneas apenas se reconoce a Paz en la imagen de un hombre joven), junto a un verso en letra en verdad minúscula del poema «Fuente»: «Todo es presencia, todos los siglos son este presente» y de su firma; en 2001 fue acuñada otra moneda, igual a la del año anterior, y en el 2010 la que menciona Bradu, con una imagen de Paz maduro y una alusión al Nobel.

Ese comentario de Bradu sobre una moneda y no un billete me recuerda que Octavio Paz joven, tal vez a la edad en que aparece en la moneda, había tenido un empleo absurdo y alimenticio: contaba y quemaba billetes usados y viejos en un sótano. Ese trabajo dejó huella. El poeta lo menciona en el poema «Vuelta»: «Queman millones y millones de billetes viejos en el Banco de México». ¿Si se hubiera conmemorado el premio Nobel con un billete aún circularía? La pregunta tiene sentido, hace años que desaparecieron por completo esas monedas; como si nunca hubieran existido. A todas luces no es un asunto de resistencia de materiales.

Tal vez muchas de esas monedas se encuentren en otros cajones como el mío, en los escaparates y entre los tesoros de los coleccionistas, y recuerden el acontecimiento que fue entre nosotros la entrega del Nobel de Literatura a un poeta mexicano. Pero la permanencia de Paz no pasa por conmemoraciones sino por su obra, su vida y sus enseñanzas (su rebeldía).

La moneda volverá al fondo del cajón, y vendrán inexorables otros aniversarios. La moneda, tal vez, sea con los años más apreciada por los numismáticos, y cada vez menos personas recordarán el día del anuncio del Nobel, la ceremonia de entrega en Estocolmo, y la conmoción de la muerte de Paz hace justo veinte años.

No le falta razón a Bradu: la palabra rebeldía es justa para definir la trayectoria vital de Paz. Su poesía y buena parte de sus ensayos y escritos se ahondan y ensanchan con el tiempo. Pareciera que mejoran, y se disponen a permanecer en el tiempo. La permanencia de Octavio Paz no pasa por billetes que acabarían por ser incinerados en un sótano, ni en la dureza del metal de monedas que ya no circulan, ni el prestigio del gran premio. Pasa por la memoria, y se fija en el pensamiento, en la reflexión, en sus enseñanzas, en el goce de sus palabras, en sus libros.