14 de octubre de 2010

Oleanna

En esa pieza de David Mamet, Oleanna, no hay respiro ni tregua, no hay silencios ni resquicio por el que pueda escapar la mirada. No hay certezas ni verdades absolutas. Tampoco hay solución. En el escenario, John, el profesor universitario, y Carol, su alumna, con una riqueza de matices y guiños de inteligencia, se hacen la guerra verbal. Crónica del enfrentamiento puro entre dos puntos de vista, los contrarios, los opuestos, las jerarquías, lo masculino y lo femenino.

Oleanna, expresión logradísima, en un discurso aniquilante, del desencuentro esencial, en el que sucede en dos planos lo que cada quien quiera ver, en el malentendido de los antagonistas. El punto de vista es una mixtura extraña de verdades subjetivas, mentiras y medias verdades. La psicología, huérfana de la ciencia y cenicienta de las humanidades, no acaba de explicar lo que sucede en el conflicto y la lucha de poder, en las suposiciones, en el juego sucio de los egos y las dobles intenciones.

Oleanna es una palabra muy bella y el nombre de una canción popular, pero podría también ser un sinónimo de la incomprensión y la rivalidad. Oleanna, metáfora del mundo, espejo terrible de la condición humana. En la puesta en escena que vi, Juan Manuel Bernal e Irene Azuela, maestros en su arte, en su soledad, frente a frente, eran todos los hombres, todas las mujeres.