Especialistas de las más prestigiadas universidades han concluido en un reciente Congreso que el modelo científico de la gramática atómica es correcto. Esta teoría afirma que una letra es indivisible, como el átomo de los antiguos griegos. Una a o una z no tienen partículas subatómicas, no tienen protones, electrones ni bosón de Higgs. El verdadero átomo es una letra.
Esto es una revolución científica absoluta que contrasta con la relatividad de otras teorías. Si bien se ha buscado un modelo cuántico, la gramática atómica es la que responde a la totalidad de las grandes interrogantes del sistema.
Los científicos ya no dudan al afirmar que una palabra es un conjunto de átomos (letras), y no dudan de que este descubrimiento dará gran impulso a la biología lingüística atómica, que podrá considerar a las palabras como células o núcleos. Por su parte, algunos investigadores especialistas en química atómica buscan ya el peso y la masa atómicos de cada letra, como si éstas fueran elementos.
El modelo de la gramática atómica (algunos han preferido llamarla alfabética atómica o abecedaria atómica) dice que cada letra es indivisible, no se crea ni se destruye, sólo se transforma, y esta ley física de las letras es válida para las vocales y para las consonantes, y presenta características muy interesantes.
Las letras, verdaderos átomos y elementos, ya sean mayúsculas o minúsculas, manuscritas o de molde, pueden mutar en otros nombres en otros universos gramaticales atómicos (lenguas o idiomas), y son excelentes conductoras del sonido, por eso pueden expresarse con un número muy variable de acentos y ser bien o mal pronunciadas. Pueden ser dichas rápido o despacio, con vehemencia o con un susurro, incluso pueden no ser escuchadas, como cuando alguien lee en silencio.
Las letras átomos también son grandes transmisoras de energía, por eso pueden ser dichas con pasión o rabia, con naturalidad o con la impostura de un actor, con euforia o la más lamentable de las tristezas.
Una palabra, entonces, debe ser vista por la biología como una célula, y por la química como un elemento, por la física como fuente inagotable de energía y aún la energía misma. Una variante del modelo de la gramática atómica sostiene que las palabras tienen género, de manera que habrá palabras y palabros, aunque aún no se conoce cómo se reproducen, nacen y mueren (pero no mueren, mutan, cambian, se transforman, se enriquecen del uranio de nuevos significados y significan otras cosas).
Lo que está más que comprobado es que con una combinación afortunada de átomos gramáticos (es decir, letras), se pueden formar en un número finito pero desconocido, como el de los números primos, las palabras o palabros, con los que se pueden hacer la lista de la ropa en la tintorería o la de los invitados a una fiesta; las recetas de cocina, los recados, los directorios telefónicos, los inventarios, las minutas, los memorandos, las crónicas, los informes, los discursos, las composiciones escolares, los relatos, los ensayos, las novelas, los poemas y las cartas de amor.
La belleza y verdad de todos estos casos de uso dependerá de los atributos físico químico biológicos de los átomos y las combinaciones de las células que los conforman. Más claro ni la o por lo redondo.
Por fin se entiende porque un vidente llamó (¡Eureka!) pluma atómica al bolígrafo, boli, borime, que bajo esos nombres también se le conoce. Después de todo, los poetas tienen la razón. Antonio Machado ya sabía que sólo se puede escribir golpe a golpe, átomo a letra, palabra a célula, verso a verso.
29 de septiembre de 2010
La gramática atómica
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