5 de marzo de 2024

Este libro no sirve. Hay que destruirlo

Mañana, 6 de marzo de 2024, será presentada en Madrid, En agosto nos vemos, una novela corta, inédita, póstuma, de Gabriel García Márquez; en este día cumpliría noventa y siete años. El acto será transmitido por internet, y también desde mañana el libro, que será lanzado de manera simultánea en cuarenta ediciones, estará disponible en las librerías de muchos países. 

Será una gran fiesta de la mercadotecnia, la promoción y el arte de vender libros. Puede ser también una fiesta literaria. Supongo que para algunos lectores entusiastas y admiradores sin reservas de García Márquez será una fecha memorable, e irrepetible, porque ya no hay escritos inéditos que podrían publicarse en el futuro. 

Rodrigo y Gonzalo García Bacha, hijos y herederos del novelista, decidieron ahora publicar una novela que su padre se había negado a hacerlo. Si bien el propio García Márquez publicó hace muchos años un capítulo, después de varias versiones (esta que se publica es la quinta) quedó insatisfecho con el resultado y decidió no publicar la novela.

No hay dudas sobre la opinión que García Márquez tenía de su novela: «Este libro no sirve. Hay que destruirlo.» Y cometió el error de no destruirlo él mismo, con todas las versiones y archivos digitales. Los hijos tampoco lo hicieron. Dicen en el prólogo: «No lo destruimos, pero lo dejamos a un lado, con la esperanza de que el tiempo decidiera qué hacer con él.»

No es el tiempo quien lo publica ahora, sino la ambición. Publicar un libro imperfecto, que había dejado insatisfecho al autor, que era tan escrupuloso y limpio en su escritura, tan impecablemente cuidadoso de su prosa y el artificio novelesco, es un acto por lo menos cuestionable. Los señores García Bacha dicen que «... no está tan pulido como sus más grandes libros. Tiene algunos baches y pequeñas contradicciones...», etcétera. Es decir, no es ni de lejos el mejor libro de García Márquez.

¿Era necesario publicar una obra así? ¿Aportará algo al prestigio y la gloria literaria de García Márquez? Me parece que antes puede suceder lo contrario. Hay casi un consenso total de que dar a la luz Memoria de mis putas tristes fue un error grave, una caída al final de una exitosísima vida literaria; ahora quedará el consuelo de que no García Márquez sino sus hijos los que se equivocaron.

Hace unos años el hijo de Vladimir Nabokov publicó el manuscrito de la novela El original de Laura. El novelista dejó muy claro que esas 138 tarjetas en las que trabajaba eran borradores, y que esa novela estaba inconclusa. Su voluntad no fue respetada, y ese libro es un apéndice o una anécdota de la obra poderosa de Nabokov. 

Si un autor no quiere que se publique alguno de sus escritos, debe destruirlo él mismo, y no dejarlo en manos de sus hijos, sobre todo de sus hijos, y de otros parientes, agentes y representantes. Tarde o temprano (en realidad, cuanto antes, mejor) si se puede lucrar con el libro, alguien, los herederos, cederán los derechos a algún editor, pedirán un adelanto y cobrarán puntualmente las regalías de los derechos de autor. En el caso de García Márquez se empieza con cuarenta ediciones en muchas lenguas, y en el caso de Nabokov también debe de haber sido una fortuna lo que esa obra generaba por sus derechos en todo el mundo. 

La historia del autor que pide destruir su obra y ésta terminada por ser publicada ha sucedido varias veces. Virgilio, insatisfecho con la Eneida, pidió que fuera destruida, pero Augusto, primer emperador de Roma, creía, con razón que ese poema era la fundación mítica y literaria de Roma.

Y el caso de Franz Kafka es más que conocido. ¿Debemos agradecerle a Max Brod que no haya cumplido la voluntad de su amigo? Y Brod fue mucho más allá. No sólo dio a la imprenta la obra de Kafka, sino que la ordenó, la comentó, la editó y difundió. No tengo noticia de que lo hiciera por dinero. 

Hace unos años la familia de García Márquez puso a la venta ropa del escritor colombiano, aunque parece que con fines benéficos. Parece que la venta no estuvo abierta a todo público, hacía falta una invitación, algo así. La venta de cochera fue en la casa de García Márquez en Ciudad de México, a la que se podía visitar como un museo, si se hacía una cita y se pagaba una cuota.

Lo dicho, si algún heredero puede lucrar con un libro inédito, lo hará. Aunque la voluntad del autor lo prohibiera. Aunque el libro esté inconcluso o su ejecución esté por debajo de las mejores páginas de ese escritor, el libro será dado a la estampa a cambio de dinero. Parece una constante sin excepciones, como si tratara de otra ley de la física clásica.