Pere Gimferrer ofrece en su «Prólogo» a Arte poética: Seis conferencias, de Borges, una definición de la esencia de la literatura que vale la pena comentar. Tal vez no deseaba proponer una definición, al menos no pretendía hacer una que aceptaría una enciclopedia, y tampoco una que satisfaciera los rigores de la academia.
Me sentiría decepcionado si los especialistas no refutaran esta notable aportación por ambigua, etérea, pretenciosa, inconsistente, indemostrable o subjetiva. Gimferrer, poeta, ofrece una definición viva de la esencia de la literatura desde la literatura misma:
«aquello que hace que una determinada combinación de palabras o de sintagmas adquiera la entidad de un objeto verbal irrefutable, sin cuya existencia, no traducible en rigor a otro idioma que aquel en que se formula, sabríamos menos de lo que sabemos sobre nosotros mismos y sobre el mundo».
Estupenda en verdad y, sobre todo, estimulante. Como en un encantamento, tan inexplicable como un sortilegio, las palabras (o sintagmas: algunos poetas también son gramáticos), una determinada combinación de ellas, adquieren luz, conocimiento que nos expresa, nos contiene, nos revela, y nos permite ver el mundo y las vida con más claridad que los manuales y las ciencias. Es así, y cuando esa determinada combinación (algo tendrá que ver la belleza) dice su verdad, está hablando la esencia de la literatura.
Esta definición mínima de Pere Gimferrer engarza con aquella célebre sentencia que el siempre recordado Italo Calvino dejó en la «Introducción» a Seis propuestas para el próximo milenio: «Mi fe en el futuro de la literatura consiste en saber que hay cosas que sólo la literatura, con sus medios específicos, puede dar». Sí, aquel objeto verbal irrefutable dice cosas que sólo la literatura puede expresar (ya se ha hablado y escrito de ella como una fuente de conocimiento).
Con un guiño a Cortázar, se me ocurre que, como un modelo para armar, se podrían fundir las dos oraciones, hacer una nueva combinación de ellas para erigir un objeto verbal irrefutable. El resultado es tan esclarecedor, tan cierto y obvio, que salta a la vista de cualquier lector de literatura.