25 de agosto de 2017

El rey piloto

Los niños sueñan despiertos sobre lo que les gustaría hacer de mayores. Suelen decir: «Quiero ser futbolista, bombero, astronauta...» Elegir el oficio o profesión que se ejercerá es una tarea dura y complicada, que desvela a los jóvenes, a los que tienen la opción de elegir. Es frecuente que no se tengan las aptitudes, los atributos, los recursos o el talento necesarios para cumplir el sueño que enciende eso que llamamos vocación.

El caso de Guillermo Alejandro es singular. Nacido para ser rey de Holanda (Países Bajos), combina sus deberes reales con su pasión: piloto de avión. Dos veces al mes, el rey de los holandeses, más o menos de incógnito, se pone su uniforme y se sienta en la cabina de un Fokker 70 y encuentra su realización profesional cuando toma el micrófono y dice: «Señores pasajeros, buenos días, les habla el copiloto... » No da su nombre, no revela su identidad, habla en nombre del capitán y la tripulación, pero sabe que muchos pasajeros reconocen su voz.

Dos veces al mes, el rey Guillermo Alejandro sale del palacio real a pilotar un vuelo no muy largo en alguna ruta europea. Tal vez se despide de su mujer y sus hijas como cualquier otro hombre que se va a trabajar: «Nos vemos en la noche, en la cena. Denme un beso, que me voy a volar.»

Guillermo Alejandro es piloto militar en el 334 escuadrón de transporte del Ejército del Aire holandés y coronel de la Fuerza Aérea, pero eso es parte de su educación de príncipe. Otra cosa es pilotar por gusto desde hace más de veinte años aviones de KLM, la compañía real holandesa de aviación: para algo le vale ser el rey de Holanda.

Cuando empezó a volar era el príncipe heredero, la fascinación por volar era un gusto de juventud, pero como monarca, y con cincuenta años bien cumplidos, sigue fiel a su vocación. Por supuesto, «volar es fantástico», «es una experiencia apasionante», «lo encuentro muy emocionante», «me ayuda a relajarme», pero tal vez hay algo más.

¿Por qué volar aviones grandes, en vuelos comerciales, si podría pilotar su propio avión, un jet ejecutivo? ¿Por qué asumir esa responsabilidad y el régimen laboral al que están sujetos los pilotos. ¿No tiene el rey de Holanda las obligaciones y los problemas de un jefe de Estado?

No sé a cuántos niños holandeses les gustaría ser rey de su país, pero sé que a Guillermo Alejandro no le basta con serlo, necesita mirar la Tierra desde diez mil pies de altura, la emoción de volar, sentir la tensión absoluta de despegar y aterrizar, de moverse por el mundo. Está claro que su condición de rey es un accidente; su sueño, su vocación es ser piloto, mirar entre las nubes el intenso azul del cielo.

Es un rey atípico, por supuesto. No le basta su condición real por nacimiento, no le satisface del todo haber heredado el trono. No le basta la corona para ser feliz. Y tampoco basta ser futbolista, médico, bombero, detective privado o ingeniero para alcanzar la realización profesional. Tal vez la plena felicidad vocacional, aquello que uno haría sin recibir una remuneración, como la vida, está casi siempre en otra parte.