Al señor X lo visitaron muy temprano dos agentes del Ministerio de Ministerios. Ha sucedido un error fatal, le dijeron. Un fallo general en todos los subsistemas del Gran Sistema. Quizá fallaron todos los nodos y todos los servidores al tiempo que se corrompieron todos los archivos y se borraron todos los datos; es tan increíble que sucediera algo así como decir que todos los simios del mundo amanecieron hablando francés. No hay una explicación satisfactoria, científica, pero el protocolo es muy claro sobre el procedimiento a seguir en errores de esa magnitud.
Sé que puede ser difícil, pero trate de comprender, señor X. El error es tan grave que técnicamente es imposible que haya sucedido, y por lo tanto no existe. El Ministerio no puede admitir que se han perdido todos sus registros. ¡Todos! Sus operaciones financieras y bancarias, su historia académica, sus expedientes médicos, sus correos electrónicos. Han desaparecido todas las cuentas a su nombre, sus títulos de propiedad, sus facturas, sus documentos legales, su página de Internet, sus conversaciones, sus mensajes de texto, sus videos, sus grabaciones y sus fotos.
Lo hemos confirmado con el Ejército y la Marina, con el Ejército del Aire y del Espacio, y con la Armada Submarina. Usted no aparece en el Registro Civil ni en los archivos de Pensiones y Seguridad Social, de la Policía Cívica y de la Policía Política. Tampoco saben nada de usted en la Agencia de Recaudación Tributaria, ni en el Centro Nacional de Inteligencia ni en el Instituto de la Gran Democracia Electoral. A usted no lo conoce ni el banco con el que tiene una deuda. Ha desaparecido de la nómina en la que cobraba, ya no es socio del club social ni está inscrito en ningún gimnasio.
A la medianoche usted entró en un estado de inexistencia digital-virtual. Usted ya no puede tramitar el documento de identidad supranacional, ni un pasaporte, ni una licencia de conducir, ni usar una tarjeta de crédito. Los documentos que usted tiene y lo acreditaban ya son falsos, apócrifos; identifican a un hombre que no está en ninguna máquina, en ninguna pantalla. Por lo tanto usted no existe.
No es posible generar para usted una nueva personalidad digital. ¿De dónde sale un hombre de su edad sin pasado, sin identidad computacional? Usted pasaría por un impostor, un suplantador de sí mismo, un ladrón, un terrorista que incitaría al caos social. De hecho, en este momento su persona ya es ilegal. ¿Cómo demostrará que usted es el señor X, un honesto ciudadano, si no hay en el universo registros de usted?
Los testimonios de su mujer, de sus hijos, de sus amigos nada podrán demostrar si en ninguna base de datos ni en ningún servidor está inscrito su nombre. Serían una banda de locos tan extraños como esos simios que amanecieran hablando en francés. A usted informática y electrónicamente no lo reconoce nadie. En su caso ha desaparecido el inmenso cúmulo de datos y registros que un hombre genera en su vida. Como le digo, es increíble, y un error fatal.
No hay algoritmo para devolverlo a usted a la vida. Es como si ya hubiera muerto; en realidad es peor: ya es usted un peligro para el Gran Sistema. Créame, no sabe cuánto lo siento. Tendrá que acompañarnos ahora mismo. Le doy mi palabra de que el proceso será muy rápido. Le doy mi palabra de que no le dolerá.
16 de marzo de 2016
Usted no existe
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