Es necesario escribir rápido, con prisa,
con urgencia. Asir el instante al vuelo y con él la vida. En esta sentencia no
hay tiempo para la maduración, el pensamiento, la selección de las
palabras. Esta escritura no puede ser de otra manera, la lentitud no la haría
mejor. La escritura reposada perdería el instante. Es necesario decirlo todo en
un momento.
No hay tiempo que perder porque se pierde solo, se fuga. El tiempo
se escapa en espirales, en volutas, no se sabe si va o viene, o si es circular porque
a veces pareciera que vuelve. No, se va. El tiempo huye, la escritura queda, es
necesario escribir la escritura de lo que se fuga en este instante. Escribo
deprisa, no hay palabra que perder, hay que contarlo todo, mirar lo que pasa, admirarse de lo que queda. Es urgente
abrir los ojos y en un parpadeo comprenderlo todo, vivirlo en un instante.
Escribo mi asombro. Todo sucede y pasa. Hay que decir que todo está en movimiento, la
luz y la temperatura cambian. Se ha marchado el gato que hace un minuto estaba
en el sillón. Se rompe el silencio, el precario equilibrio. El mundo cambia;
también la gente cambia. El segundero vuela, el minutero corre. Escribo de
prisa, la arena del reloj se agota. ¡Tiempo! Hasta aquí llega esta escritura.