Que no pase un día sin escribir, que no llegue la medianoche y me sorprenda con la página en blanco. Que esas palabras, esas frases y oraciones cifren el trabajo, el esfuerzo, la experiencia, la imaginación, las emociones: las vicisitudes del día. Que pueda llamar a las cosas por su nombre y contar la historia con claridad y precisión y decir las palabras justas del hambriento, del desolado, del que sufre y llora, del que ríe, del que canta y baila, del que mira y piensa, del que siente y goza, del que sueña, del que se ha enamorado. Que esa escritura nombre a los hombres y las mujeres que viven perplejos el don de la vida y buscan su camino con la ilusión y las miserias de cada día. Que la escritura sea palabra fija en tinta en el cuaderno y que sea tan gratificante y necesaria como el agua y el aire y el pan nuestro de cada día.