Borges, el magnífico, dice que la dicha de escribir no se mide por las virtudes o flaquezas de la escritura. Yo agrego, cuando el abecedario se ha convertido en la estrella polar, el Norte de una vida, que para un escritor el ejercicio del don de la escritura y la incapacidad de escribir son una y la misma cosa, según sea estimulada o no por la voluntad irrenunciable de escribir.