La muchacha levanta los brazos, arquea la espalda y saca el pecho con gracia, se recoge el cabello para probar un peinado y la satisfacción brilla en sus ojos cuando el espejo la mira y aprueba. Una sonrisa levemente impúdica, una sensualidad que dura un siglo en un instante se dibuja en su boca. Se balancea, se mira de reojo, casi de perfil, de un lado y del otro, como si se probara su propia belleza o ensayara a ser ella misma. Baja los brazos y el cabello cae como una cortina oscura de lluvia fina. Vuelve con nosotros después de haber estado tan sola, como una estatua griega, frente a la eternidad de su imagen en el espejo.
19 de abril de 2008
Muchacha frente al espejo
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