27 de septiembre de 2024

Stella Rossi, soprano

Escribo esto como si compartiera un tesoro, un secreto.

En mi familia se decía que Stella Rossi, mi abuela paterna, había cantado ópera en su juventud, que inició una carrera que abandonó muy pronto para casarse con mi abuelo, a fines de los años veinte del siglo pasado.

Durante años oí anécdotas (falsas, seguro), fantasías, especulaciones y disparates. Nunca apareció una foto, un programa de mano, una nota, una reseña en un periódico, una crítica. Lo mejor hubiera sido un registro sonoro, una grabación. Nunca apareció nada.

Ahora un primo hermano mío envía desde Acapulco un par de imágenes digitales que hacen realidad una leyenda familiar, delicia de los creyentes, que nunca había mostrado ni la menor evidencia del milagro. 

La primera imagen es un cartel, con el tono amarillento que adquieren los papeles con los años, en el que se anuncia que el jueves 29 de abril de 1926, a las 19:30 horas, en el Teatro Iris, se representaría ¡Bohemia! (sic), la ópera en cuatro actos del maestro G. Puccini, con el maestro director y concertador Marcos Rocha, con Stella Rossi en el papel de Mimì. Nada menos. Para caerse de la silla.

La segunda imagen es un recorte de prensa, tan amarillo como mal fotografiado, pues en la parte inferior falta la última línea, justo en la que se habla de Stella Rossi. Es la reseña de un radio-concierto transmitido por el diario El Universal y la Casa del Radio. No tiene fecha, pero la omnisciente Red dice que: «Las primeras estaciones privadas, según Mejía (2007), serían las instaladas conjuntamente por el periódico El Universal y la tienda de artículos electrónicos La Casa del Radio de Raúl Azcárraga, que operó de 1922 a 1928.»

La reseña, más cercana a una crónica de Sociales, nos informa que cantaron con excelencia de «primissimo cartello [...] las distinguidas artistas líricas señoritas Stella Rossi y Paz Lozano, ambas de la ameritada Academia de Arte del maestro Guichenné, y ambas notabilísimas cantantes. Cantó la señorita Stella Rossi...», y aquí el Diablo recortó o fotografió mal la nota de periódico, de manera que falta la línea esencial en la que se habla del canto de doña Stella. 

La nota, claro, es una flor sin mácula del periodismo de su género de hace un siglo. Continúa así:  «Ambas señoritas, como un nuevo regalo, inestimable a nuestros oyentes, cantaron después un dúo de Mendelssohn y el dúo "Ojos verdes" del maestro Chucho Martínez, cantados, los dos, de manera grata y admirable.

«El teléfono funcionó anoche repetidamente, para felicitar a las dos notables artistas, a quienes acompañó muy bien al piano su propio maestro, señor Guichenné, al que nosotros también dedicamos una expresiva felicitación.»

Esto debió de haber sido entre 1926 y 1928. Ahora sí hay pruebas de que cantaba en el teatro y en los primeros programas de revista musical de la radio en México. ¿Por qué mi primo Jorge no compartió antes este tesoro?

No sé si Stella Rossi tenía una bella voz, grande o dulce, o bien educada. ¿Cómo serían sus notas agudas? Nada sé de su talento, de otros papeles que cantó, de su repertorio, de sus posibilidades. Ahora sé que es cierto, fue cantante, y nada me gustaría más esta noche que escucharla. No sé si exista un registro, una grabación, y si Apolo o las musas, otros nombres del hado o el azar o el destino me deparan un encuentro con su voz.

Se casó, fue ama de casa, atendió a su marido, crio dos hijos, y dejó el canto para siempre. Pero no se extinguió el gusto, la afición, la fascinación por la música, eso es imposible. La primera vez que yo escuché una escena de ópera fue con ella, en su habitación, en su casa, en la que vivíamos. Calculo que hacia 1968.

En el televisor, en blanco y negro, mi abuela veía y escuchaba emocionada una función, tal vez en el Palacio de Bellas Artes. En la escena final, una pareja cantaba muy emocionada cosas muy extrañas, de las que no entendía nada, pero me angustié muchísimo cuando comprendí que se quedaban en una cueva cuya boca taparon con una gran roca. 

Mi abuela sentada a mi lado escuchaba y gozaba, mientras yo sufría al ver cómo aquellos dos se quedarían encerrados para la eternidad, y esperaban su fatal destino cantando (toda una definición mínima del género). Mi inicio en la ópera fue con el final de Aida

Con los años supe de la leyenda de Stella Rossi como cantante, que ahora se vuelve histórica, verdadera, y nada tiene que ver con la dulce abuela, la anciana que no cesaba de consentirme y mascar caramelos.