23 de mayo de 2021

Diletantes

Diletante es una palabra que me gusta, en sí misma y su significado. Aunque puede usarse con un sentido peyorativo, prefiero darle un valor positivo que exprese incluso admiración o asombro ante el conocimiento del aficionado en oposición al profesional.

Un diletante puede ser tan erudito como el mayor experto en su materia, y su gran diferencia es que uno aprende, descubre, investiga, difunde sin buscar un beneficio económico y el otro sí. Aunque es cierto que algunos diletantes alcanzan tal dominio de su tema que se vuelven profesionales; un día comienzan a recibir dinero por hacer exactamente lo que hacían por su gusto y placer.

Algunos diletantes se iniciaron en su afición desde niños, y han llevado su hobby a tal punto de pasión que puede rayar en la locura. Su gusto y afición puede inducirlos a invertir dinero, tiempo y a restar horas al sueño.

A un diletante nada le gusta más que hablar y estudiar e investigar. Compra libros y revistas, y adquiere objetos que atesora. Si le es posible, viaja a lugares lejanos para documentarse, para estar en el sitio preciso en el que sucedió un hecho histórico o tendrá lugar algo relevante para él.

Hay aficionados que lo saben todo, vida y obra, sobre un compositor. Otros se apasionan por la ópera barroca, o por una soprano. Otros se especializan en la segunda Guerra Mundial, o en la Revolución Francesa. Alguien ha estudiado a fondo la vida de Napoleón Bonaparte y pude explica apasionadamente cómo fueron cada una de sus batallas. Alguien se sabe la  historia de los papas, desde San Pedro hasta Francisco.

Existen aficionados para todo lo que existe en este mundo; alguien es experto en los dibujos animados japoneses, y hay diletantes que pueden hablar horas sobre la comedia musical o la historia del cine de Hollywood. Hay aficionados al toreo (existe incluso una enciclopedia) que nombran a los toros por su color y la forma de los cuernos, y hablan de suertes, lances, sucesos y faenas. Los que saben de coches pueden apasionarse de tal manera que uno ya  no sabe si están hablando de una máquina o de un ser querido.

Hay aficionados expertos en relojes, en gobelinos, en pintura holandesa, en la historia de los reyes de Inglaterra, en ajedrez, en la vida de los santos, en arquitectura gótica, en la muralla china y los viajes espaciales. No es difícil suponer que para otros, los no aficionados, el tema que apasiona a un diletante no vale la pena tanto esfuerzo y esa erudición es, antes que un pasatiempo, una expresión del ocio.

El diletante más común es el aficionado a los deportes, y los aficionados al futbol, que son legión, pueden saberse todos los resultados y quiénes fueron los goleadores de la Copa Mundial. Y los nacionalistas, que los hay en todas partes, pueden nombrar, además, las alineaciones que la selección nacional de su país ha presentado en los torneos y competencias internacionales. Los aficionados al futbol americano, por esa extraña manía por las estadísticas que caracteriza a los que siguen y comentan ese deporte, están obligados a saber cuántos pases completos ha logrado un mariscal de campo o un equipo.

Los diletantes tienen muy desarrollado un sentido para encontrar información sobre su tema. Guardan programas de mano, catálogos, boletos, billetes, fotos, recuerdos; recortan notas y reportajes de los periódicos. Miran las óperas en la televisión o asisten a las funciones, van a los partidos de tenis, a los museos, donde suceda o se encuentre lo que en verdad los apasiona y que puede ser la mayor fuente de alegrías y satisfacciones de su vida.

Conozco dos expertos en los Beatles, que saben todo lo que se puede saber sobre ellos y su música; y también a otros dos amigos que se hicieron profesionales, divulgadores y comentaristas de música clásica y ópera. 

No basta un conocimiento promedio sobre la caída del imperio romano ni sobre el antiguo Egipto para ser un diletante digno de ese nombre. Hace falta pasión, una sed de conocimiento que puede relegar lo que otros juzgarían como aspectos más importantes de la vida. El diletante vive para su afición. 

No es difícil reconocerlos. Con frecuencia sólo hablan de su tema o se las ingenian para que vuelva a la conversación una y otra vez. Un diletante no descansa, está siempre alerta, en lo suyo. No sé si me hubiera gustado aficionarme a algo al punto de ser un experto, pero el entusiasmo que muestran los diletantes es estimulante, me parece que han encontrado algo que ilumina y desborda sus vidas porque le han dado un sentido, para ellos, trascendente.