5 de abril de 2015

Cabellera

He visto una cabellera como alfaguara de luz.
Con ella podrían urdirse todas las filosofías y tejerse todos los sueños.
Una como arcoíris en la que reverberan los insomnios y los desvelos.
Una de seda, de algodón de azúcar, de nube en arrebol, de jirones de paraíso perdido o tierra prometida. 
Una que ríe con el prodigio de la alegría.
Una como lluvia de estrellas, pararrayos y hacedora de tormentas.
Una como la casa de la lluvia y las abejas, como el trigo maduro.
Una con cadencia de geometrías fantásticas y mil reflejos.
Una en movimiento perpetuo que desordena los sentidos.
He visto una cabellera como un huracán en el que anidan los pájaros y los secretos.
Una espesa como bosque de coníferas.
Fascinante como las arenas cambiantes del desierto.
Fuente de la juventud, remolino y papalote de oro fino.
Guirnalda, diadema natural de reina coronada.
He visto una cabellera que debería tener un nombre propio, un verbo y su adjetivo.
Hay cabelleras aladas que mutan, cambian y vuelan con levedad.
Las hay de fuego que se agitan furiosas.
Hay cabelleras de gualda y canela que tiñen el Sol.
Hay cabelleras que se derraman de todas las poéticas.
Hay cabelleras felinas, como estelas de cometas, y las hay navegantes y aéreas que se hinchan heroicas como velamen al viento.
Hay cabelleras vestidas de fiesta.
Otras van desnudas y se abren como jacarandas en primavera.
Hay cabelleras de verano ligeras como un bikini.
Hay cabelleras como la crin de un potro salvaje.
Hay cabelleras de humo, albahaca y miel.
Hay cabelleras que maduran en el alba, otras se despliegan en el insomnio.
Hay cabelleras de profundidades oceánicas en las que sucumbe y se hunde la mirada.
Hay cabelleras oscuras y pesadas que caen como un telón o un acantilado.
Hay cabelleras de catarata, de tormenta y diluvio universal.
Hay cabelleras como laberintos o murallas a la espalda, otras son rayuelas al cielo.
Hay cabelleras trágicas: alguien perderá los ojos o la razón entre sus frondas.
Hay cabelleras telúricas que visten más que un manto y un abrigo de visón.
Las hay heroicas y guardan en sus hebras misterios profundos. Ay, cabelleras.
He visto la cabellera que imaginó Botticelli, la que anheló Afrodita. 
La que buscaban los argonautas, la que enloqueció a Paris y a los románticos y a los pintores prerrafaelitas.
A la que tanto le temen los guardianes del orden y el templo. 
He visto la cabellera de todas las sirenas que cantaron para Odiseo.
Por la que valdría incendiar de nuevo la ciudadela de Troya.
He visto la cabellera inexpugnable del sueño y del deseo.
Por la que se lanzaron al abismo siete poetas suicidas.
He visto la cabellera que erige y deshoja todos los poemas.
La que reordena el mundo, hacedora de destinos.
He visto una cabellera imposible de sobrevivirla.
He visto una cabellera invencible e inolvidable.
He visto la melena entre las melenas.
He visto a la belleza ondulante, de polvo cósmico.
He visto a la belleza rebelde y etérea nunca antes así vislumbrada.
Digo que he visto a una muchacha que llevaba por cabellera a la Vía Láctea.