"Nadie le enseña nada a un escritor", le dice cansinamente, casi con resignación Michael Douglas en el papel del profesor Grady Tripp a su editor Terry Crabtree, interpretado por Robert Downey Jr., quien está muy necesitado de best sellers para salvar su empleo. "Uno sólo alienta a los buenos escritores, y también a los otros estudiantes, para que encuentren su camino".
El profesor Tripp, novelista metido en toda clase de líos, sabe lo que dice: dirige un taller de escritura creativa en una universidad, en el que Tobey Maguire hace el papel de James Leer, un joven que es una mezcla de Rimbaud y Jean Genet, un ángel y un demonio, un ladronzuelo y un niño bien algo desequilibrado, pero sobre todo un genio que le cambiará la vida al profesor.
Grady Tripp escribe una novela envuelto en una bata en estado lamentable, que evoca aquella célebre de Flaubert, entre calada y calada de marihuana, en su vieja máquina de escribir. La novela no funciona, el profesor ha perdido el talento, el rumbo y padece lo contrario a la famosa parálisis de la página en blanco: no deja de escribir, lleva cientos y cientos de páginas, aunque ya no sepa adónde va su novela. Además, por si fuera poco, su mujer lo ha abandonado, pero la esposa de su jefe espera un hijo suyo.
La imagen del vuelo efímero y final de las hojas blanquísimas en las que estaba escrita la novela del profesor Tripp (ya el cine nos había dado la imagen de ese dolorosamente bello espectáculo en una cinta de Woody Allen y vuelve a verse en la escena final de The Ghost Writer del nada honorable Roman Polanski) y que se pierden para siempre, arrastradas por el viento o en el fondo del agua, es una de las escenas clave del filme y un guiño de pesadilla para cualquier escritor.
Los demás elementos son también pura literatura: una chaqueta robada que perteneció nada menos que a Marilyn Monroe, un perro ciego que muerde llamado nada menos que Poe, un revólver que lo mata y el problema de siempre, ¿qué hacer con el cadáver? También está la escritura, la imaginación, los libros que a nadie le importan, la adicción a la palabra escrita, una alumna coqueta, el escritor de éxito y la envidia entre los colegas, el miserable ambiente universitario de whisky en mano y falsamente literario, la fanfarronería de los intelectuales, las canciones de Bob Dylan, la negociación feliz, el editor en desgracia y su travesti, un coche viejo, un fin de semana en Pittsburgh, tan festivo e intenso como nevado, definirán una cinta tan divertida y con tantos guiños literarios.
Por una vez el cine nos dio un escritor, sus problemas y sus trabajos, con un encanto que no siempre ofrece Hollywood. La imaginación literaria de Michael Chabon en su novela Wonder Boys y su afortunado paso al cine, con el mismo nombre, en esta vieja cinta de Curtis Hanson, han hecho verosímil y divertida, por una vez, la vida y la imagen tan literaria como cinematográfica de un escritor de película.