24 de julio de 2011

Paul Stephenson

Uno imagina un personaje y su circunstancia, le da un nombre y un oficio, algunos rasgos y gestos, intuye su melancolía o su bravura, sus habilidades para jugar ajedrez o manejar un revólver. Un novelista imagina el sino de un personaje en el contexto de una novela, y ese proceso puede ser tan sencillo que a veces pareciera que se hace solo, sobre la marcha, mientras avanza la historia y se acumulan las páginas escritas; otras veces hace falta mucho tiempo, años, para que un personaje madure y pueda representar decorosamente el papel que su autor le ha reservado.


De Paul, yo sabía que sería profesor de matemáticas mucho antes de que tuviera nombre, y cuando conocí en Los Ángeles a una chica de apellido Stephenson, le dije que me gustaría usarlo en una novela corta que me daba vueltas en la cabeza. 

Cuando el profesor tomó nombre y apellido, supe que vivía en Coyoacán, que era hijo único, que había tenido una adolescencia difícil y que había ido a buscar muy lejos a su padre ausente. Sin embargo, no lo sabía todo de su vida. Un personaje, como algunos parientes y ciertos amigos, a pesar de la convivencia y la confianza guardan secretos y ciertos periodos o aspectos de su vida son tan oscuros como los de un desconocido.

De Paul Stephenson yo conocía su pasado y casi todo lo que pude averiguar de él lo escribí en Telemaquia. Yo soy incapaz de imaginar el futuro de un personaje, lo que será de su vida cuando termina la novela. Pero la vida real me daba noticias de un tal Paul Stephenson. 

Primero supe que había hecho una buena carrera en la policía metropolitana de Londres. Yo no sabía si ese Paul Stephenson sería el que yo conocía, pero si el padre de mi personaje fue un espía de la corona británica, un agente de la MI-6, yo no veía por qué no, su hijo, podría llegar a ser jefe de Scotland Yard. Incluso encontraba cierta coherencia y similitudes en ambos oficios. En el fondo, me sentía orgulloso de haber creado a un personaje que había tenido, como se dice, éxito en la vida.

Pero ahora me ha dado un poco de pena ver que Sir Paul Stephenson ha tenido que dimitir a su cargo, salpicado por el escándalo de las escuchas telefónicas ilegales del periódico News of the World. El alcance de su vínculo con el diario y su responsabilidad en esos condenables actos ilícitos aún están por saberse. 

Se habla de contratos, favores, regalos, de tratos con un periodista que trabaja para el magnate Rupert Murdoch, que tiene mucho que decirle a la policía. Su carta de renuncia es un tanto oscura: "Permítanme dejar muy claro que tanto yo como la gente que me conoce sabemos que mi integridad está intacta. Me gustaría haber hecho las cosas de otra manera, pero no voy a perder el sueño acerca de mi integridad personal".

Insufrible traducción aparte, todo esto es muy extraño. Yo nunca hubiera imaginado un futuro así para él. Es sabido que la naturaleza imita al arte. En verdad no comprendo qué ha sucedido, pero no dejo de lamentar la situación. Yo espero en verdad que Paul Stephenson no pierda la integridad personal, ni el sueño, y espero también que yo tampoco lo pierda tratando de comprender, buscando la verdad, pensando en él.