En un texto tan bello como breve, Antonio Muñoz Molina recuerda que en La Femme d'à côté, la película de François Truffaut, Fanny Ardant, en el personaje de una mujer en crisis, dice una frase inolvidable : «Me gustan las canciones de la radio porque sólo ellas dicen la verdad».
Hace unos días asistí a una boda religiosa en un pueblo del Estado de México, en la que hubo algunos hechos notables: la familia en pleno acompañaba al menor de mis primos, los pájaros volaban de un lado a otro de la nave, subían y bajaban por la cúpula, cantó un coro estupendo y ofició un cura con alma de poeta enamorado, uno que quizá equivocó la vocación y seguro tiene un reproductor portátil MP3 con miles de canciones que escucha todo el día.
Lejos de regañar a los novios o hablar de la vida conyugal con la impostura de la falsa experiencia, como si supiera lo que dice después de veinte años de matrimonio, el cura habló del amor, pero no según San Pablo. Para unir los corazones de los contrayentes citó versos ejemplares de canciones de Joan Manual Serrat, Joaquín Sabina y Miguel Bosé.
Teologías aparte, el cura sabía lo que decía. El suyo fue un sermón memorable que mereció la entusiasta aprobación de los fieles mientras la bandada revoloteaba en la luz meridiana sobre nuestras cabezas: Con tu mala ortografía y tu no saber perder, con defectos y manías te amaré. «Ahí también se muestra el amor verdadero», decía el cura. Fue una revelación. Fue conmovedor.
Mientras los recién casados recibían abrazos y felicitaciones en el atrio, yo pensaba en el futuro de San Pablo. ¿Qué será de sus epístolas, me decía, una vez que el clero, tan moderno, ya sabe que sólo las canciones de la radio dicen la verdad?