11 de octubre de 2024

Activistas de la sopa

Dos chicas del grupo Just Stop Oil lanzaron sopa al cuadro Los girasoles de Van Gogh. Fueron condenadas a dos años de prisión.

Lo que estas activistas buscan es salvar el planeta, quieren que ya no se consuman combustibles fósiles y para ese justificadísimo fin van y le tiran una lata de sopa a un cuadro como si fuera la cara del presidente de una empresa petrolera transnacional o un ministro de energía entusiasta del petróleo. 

Luego de su tremenda acción, se quitaron la chamarra, mostraron la consigna impresa en sus camisetas y se pusieron muy quietecitas junto al cuadro chorreante en espera de que llegaran por ellas las fuerzas del orden. 

Y sí, llegaron. Y se las llevaron. Fueron detenidas, acusadas y un juez las juzgó y condenó a dos años por dañar el marco dorado de la pintura. El mundo es un sitio muy peligroso, muy injusto, porque, a ver, ¿qué culpa tiene el cuadro de las acciones más infantiles que dañinas de estas campeonas del aire limpio y las aguas cristalinas?

Por fortuna, claro, el cuadro estaba protegido, cubierto, de manera que no ha sido dañado y no hay nada que lamentar, salvo la irrupción brutal e inesperada en la sala de un museo, donde había algunos admiradores del arte a punto de alcanzar el éxtasis. 

Claro, dañar un cuadro de Vicent van Gogh es un acto censurable, algo feo en verdad, por eso eligieron un cuadro protegido. Más que hacer daño, supongo, ellas querían llamar la atención. Decirle al mundo desde el video que una camarada suya grabó que detenemos el cambio climático o nos lleva patas de cabra. En esto, claro, no les falta razón, antes todo lo contrario. 

Supongo que en prisión tendrán tiempo de estudiar, de enmendarse (en términos de lo que por ello entienden el juez, el buen gobierno y las empresas petroleras), pero también de radicalizarse, de acumular rabia y odio y salir de prisión a cometer actos más nocivos que lanzar sopa.

Pero ahora, unas semanas después de la condena de aquellas dos, Just Stop Oil ha dado otro golpe. Tres decididas activistas volvieron a lanzar sopa sobre obras de Van Gogh en la National Gallery de Londres. Atentaron en contra de otras obras de la serie de Los girasoles. Los cuadros no sufrieron daños.

Ahora, éstas tres, además de manifestarse contra las sucias energías fósiles, piden la liberación de sus compañeras, que están, dicen, injustamente encarceladas. 

El grupo terrorista de pacotilla o estos guerreros del ambientalismo, la tierra verde y el mar azul, como según quiera verse, claman a los cuatro vientos que hay gente en prisión por pedir el fin de nuevos proyectos de gas y petróleo. La verdad es que no les falta del todo la razón. 

La organización de marras publicó un video y confirmó el ataque. El museo londinense informó que la obras fueron retiradas de la sala de exhibición y examinadas por un experto. Confirmó que no sufrieron daños. 

Pude ver un video del segundo ataque. Mi instinto, que he desarrollado con la provechosa lectura de novelas negras y policiacas, me dice que no debemos desechar ningún indicio, ninguna prueba, ni desdeñar la menor sospecha. 

Me parece que no debe descartarse un odio visceral hacia la pintura de Van Gogh, pues es sabido y obvio que usaba cantidades inadmisibles de aceites para sus cuadros al óleo, y ya quedó claro que eso es muy nocivo para el planeta. 

Tampoco debe desdeñarse una preferencia, una decidida inclinación, algo así como un homenaje a Andy Warhol, lo que explicaría de manera impecable y asombrosa el uso de latas de Tomato Soup de la empresa Campbell. Sí, seguro que esas chicas son fans incondicionales del gran maestro del arte pop. 

Y tampoco debe dejarse pasar por el alto la manera en que lanzaron la sopa. En verdad, Van Gogh se vio superado de manera humillante. Esas muchachas, amantes de la pintura, como buenas aficionadas (es decir, expertas) vertieron las latas de sopa de tomate con técnica impecable, al mejor estilo de Jackson Pollock.

Como se ha demostrado, no es cosa de lanzar sopa sin ton ni son, sino que todo responde a un proyecto político, a una propuesta estética y, sobre todo, como en toda la historia del arte, las obras y lo que les sucede tiene un significado y una explicación que no siempre son aceptadas y mucho menos comprendidas. 

Pero esa es quizá la función del arte: conmovernos, o ser usado para enviar un mensaje ecológico, que va muy bien con estos tiempos, tal frágiles y dados al activismo y el escándalo, en particular en las redes sociales, sobre todo si se transmite el vivo o al menos se está grabando en un video.