La marcha del 8 de marzo, esa admirable manifestación anual en que las mujeres toman las avenidas, calles y plazas de Ciudad de México es una batalla por la vida, una expresión de amor y de recuerdo, una exigencia de paz y justicia, un llamado rabioso al fin de la violencia, un acto urgente de sobrevivencia.
Y la ejecutan con rabia y valentía, con
orgullo, con el puño en alto, con el corazón roto. No hay un hecho público en
la Ciudad de mayor trascendencia cívica y política que la manifestación de las
mujeres en defensa de sí mismas. No hay otro más conmovedor, que pueda
colmarnos de orgullo y a la vez humillarnos por su vergonzosa necesidad.
Dice Ana Esther Urquizo al comienzo de su
libro, Bajo la sombra de las jacarandas.
Una marcha, pasos que retumban, historias de feminicidios (Pluma de Bambú
Editores, México, 2024), una
sentencia impecable: «México es un país peligroso para las mujeres». Y es una
desgracia que sea así.
Si buscamos cuándo y dónde, en qué tiempo
y lugar, las mujeres no han sido víctimas de la violencia masculina, tal vez no
encontremos ningún momento de la Historia, ninguna sociedad en que hombres y
mujeres hayan convivido en igualdad, concordia y en paz. Pero algo muy profundo
en el mundo está en movimiento, las estructuras empiezan a cambiar. Y las
mujeres lo saben.
Este libro también es una marcha, la
bitácora del dolor, de la angustia y desesperación, del duelo sin fin; los
apuntes rápidos de una mirada que sigue y consigna el paso de las mujeres por
las calles, exigiendo su derecho a la vida y la igualdad.
En uno de los relatos, Javiera, una
periodista, va a la marcha sin cámara ni grabadora, sin pluma ni libreta. Lo
verá todo, lo guardará en la memoria y luego lo contará. Eso es justamente lo
que hace Ana Esther Urquizo.
Y la clave está en la mirada, en la
manera de mirar, y en la suya hay simpatía por esas mujeres y su condición, hay
empatía porque siente su sufrimiento. Incluso compasión, que es la capacidad de
sentir pena y dolor por los males de otros. Por esa razón estas páginas nos
mueven y conmueven.
Las historias de este libro son verdaderas porque cada una cuenta una verdad. Aquí se rememoran y siguen dolientes y vivos todos los feminicidios, todas las desapariciones forzadas, todas las agresiones y violencias. Este libro es un testimonio, un dolor, un llanto, pero también una promesa de búsqueda y recuerdo. Un homenaje para todas esas mujeres que ya no están, y que no dejarán de hacernos falta. Este pequeño libro con sus breves relatos es también un canto dulce, necesario y conmovedor.