3 de julio de 2022

Ciudadana

Recuerdo la noche en que nació. Incluso muchos detalles, los preparativos y sucesos de horas antes de ese día. Podría hacer el relato preciso de la llegada al hospital, que era un desierto helado, y que en aquel piso de maternidad, mientras me vestía como médico para darle la bienvenida, todo giraba en torno al parto de esa niña.  

Es verdad, lo recuerdo, y me sorprendo porque cada día recuerdo menos y mi memoria a veces me deja en el abismo de la indefensión de la identidad y la conciencia. Puedo no recordar nombres y datos, números de teléfono que debían ser parte esencial de lo que debo recordar, y más me valdría que así fuera. Pero no siempre es así. Y sin embargo recuerdo aquellas horas previas, aquella noche.

Luego. El devenir de unos años. Y de pronto uno quiere enterarse de las etapas que hemos recorrido. No pretendo contarle a nadie el vértigo de la vida, sólo quiero compartir mi asombro. Aquella niña que nació ayer, o casi, ya es ciudadana. Y luego de su cumpleaños fue corriendo por su credencial del Instituto Nacional Electoral.  

Yo, profundamente orgulloso, no lo puedo creer. Sigo sin poder sacudirme el asombro. Que alguien me explique cómo es que ya pasaron dieciocho años. 

Le digo que me parece que acaba de nacer. Entonces ella me muestra, con una extraña mezcla de orgullo y burla, mofándose de mí, su credencial que certifica, a toda ley, con plenos derechos, que ya una ciudadana, y que cada día va dejando atrás la niña que fue.

Entonces recuerdo, no sé por qué, los versos de Jorge Manrique: «cómo se pasa la vida, / cómo se viene la muerte / tan callando».