3 de octubre de 2021

Luz de alba

Para EAR

No es ni será el azul con su azul infinito
ni el largo paso de las horas
ni los engañosos luceros de la noche
ni el oleaje nocturno, profundo y seductor,
los que cambien el rumbo del níveo lunar del firmamento.
Porque el destello estalla y basta para todos.
No entreguemos al devenir este instante pues no le pertenece,
no sucumbas -¡oh Odiseo!- a la tentación de la lluvia y su rítmico silencio.
No entreguemos a lo no vivido tanta sangre por milenios derramada,
no le temamos a la luz su verdad absoluta puesto que sólo cegará
          a los infieles.
No temamos a la luz -¡Oh infinita!- capaz de perturbar los sentidos, 
          sus falacias.
¡Que vivan los impíos que te miran como si solamente saliera el sol;
benditos los que te veneran sólo porque existes!
  
 
II
 
Habría que buscar los signos de la noche,
habría que jugar al tiempo con las horas,
sería el tiempo -de él, el inasible- de franquear la última puerta del Alba,
sería el tiempo de detenerlo por un instante en una mala y húmeda
          fotografía;
porque es imprescindible la otredad.
 A ti te canto, luz, voz y tacto; ser aun en las tinieblas;
el mar y el verano despliegan sus poderosas alas pasajeras.
Sobre la madera podrida, sobre el musgo, sobre lo terreno iluminado,
 bastaría con sumar tus ojos en el mar,
con su mar azul,
consumar los vientos,
con sumar los cuerpos,
consumar tus ojos en la mar
para inventar el prisma cromático, los recuerdos,
para desatar todas las furias, todos los vientos, a todos los veleros
         en una noche mortal;
porque no navega la mar ni el navío sino el navegante,
argonauta de la noche, de ella;
la salpicada noche de su bóveda a capricho, dicha de los dioses,
la que desdeña los colores y las puertas fallidas;
el engaño de los espejos de oriente;
y yo, como el que más -aún atado al mástil- mantiene el rumbo fijo,
infinitamente claro en el único puente que es abismo, 
la Mar (así, en femenino) y único puerto del insomnio, 
castigo, punto de partida y arribo; fin y sextante en sí mismo.
 
 
 III
 
Desdeño la brújula que orienta en todos los caminos,
no es posible solamente un rumbo y tanta espera;
es ella muchas, sí; pero es la mía a la que habito.
Las maderas preciosas de Chiapas y del Líbano, 
como heraldos de lo ajeno, se pudren en su olor divino;
el mar más antiguo del planeta estalla en su sal rebelde,
           en el fondo de sí mismo.
Miro a un gato, imagino a la Antigüedad:
gloriosa en el vacío... más nada se ha perdido,
la noche misma del faraón, del César, de ti mismo;
porque una misma estrella, el mismo Helios, 
el mismo mar, te recuerdan que estás vivo.
  
 
IV
 
El encanto de la aurora, sus pájaros, sus cantos, sus gemidos,
por ahora son suficientes y satisfacen al mundo.
Imposible es bajo el sol, hermano, negarte a ti mismo;
único y fragmentado heredero universal del limo, los cementerios,
         la historia, los caminos.
Creo en mí y en lo que creo.
Espero a la luz de ámbar y su pálidos quejidos:
luz de luz, te espero para que confirmes a las palabras,
a una mujer, al verano, a la existencia que te doy y que te exijo.