Don Quijote de la Mancha debe ser la mejor novela del mundo, y si alguien lo duda será porque algún sabio encantador, enemigo del caballero, ha trastocado la realidad como por encantamento y no permite apreciar esa gran verdad.
Y tal vez no sólo es la mejor novela jamás escrita, sino también la más divertida. Y también la más elusiva, en la que todo está claro y a la vez no lo está. ¿Acaso don Quijote estaba loco? Si lo estaba padecía una extraña locura, pues sólo se manifestaba en lo relativo a la andante caballería, y luego mostraba un juicio, prudencia y aún sabiduría admirables.
Tal vez estaba cuerdo y fingía locura, lo cual lo convertía en un actor, en alguien que representaba el papel de caballero andantes para imponer su ley y vivir aventuras lejos de casa. Y si así fuera, entonces también Sancho representa un papel, pues sabe que su amo no es un caballero andante, sino su vecino e hidalgo Alonso Quijada o Quesada o Quijano, que también con su nombre hay dudas y versiones.
¿Y cómo explicar, entonces, a los otros personajes que se hacen pasar por princesas y caballeros andantes que le siguen el juego a don Quijote? Los cervantistas saben que esta novela se complica a cada lectura y surgen nuevas preguntas de difícil respuesta. La cruda realidad y las apariencias, la verdad y el engaño, la confusión y el malentendido, la locura y la razón, la representación y el teatro dentro del teatro son algunos de los temas que se extienden a lo largo de las aventuras del caballero manchego.
Marc Van Doren publicó en 1958 Don Quixote's Profession, y en 1962 salió la edición en español del Fondo de Cultura Económica. Durante muchos años fue un libro celebrado que no se encontraba por ningún lado (salvo un golpe de suerte en una librería de viejo) y que ha sido reeditado. Es una obra sugerente, de sutil inteligencia, que desmonta la novela de Cervantes para dejarla incólume, intacta en su grandeza y sus recursos.
No se trata, por supuesto, de un estudio erudito, ni de un análisis a fondo o académico como los de Américo Castro o Martín de Riquer o Francisco Rico, por mencionar a tres estudiosos. Se trata del ensayo lúcido de un crítico asombrado ante una historia que «goza la fama de ser tal vez la mejor novela del mundo».
Su lectura es provechosa sobre todo para los que ya cabalgaron la novela porque hará más rico el regusto y hará visible algunos aspectos obvios que, como tales, suelen pasar inadvertidos. Pero los que buscan un texto que les guíe y muestre dónde mirar, también encontrarán su recompensa.
La profesión de Don Quijote (FCE, Colección Popular, 31, México, 2016) es una pequeña joya, una delicia en su brevedad, su claridad, su elegancia y su agudeza para señalar algunas de las claves del Quijote.