10 de junio de 2021

Jueves de Corpus

El 10 de junio de 1971, Los Halcones, un grupo paramilitar, fuerza ilegal del Estado, en una operación planeada, arremetieron con bastones y armas de fuego a los estudiantes de una manifestación pacífica. Algunos analistas hablan del epílogo de los sucesos sangrientos del 2 de octubre de 1968. 

En San Cosme, Ciudad de México, los estudiantes fueron acorralados, golpeados, heridos, muertos. No sabemos ni sabremos el saldo de los caídos. Mi padre estuvo ahí. Era el reportero del diario Novedades que cubría la fuente de educación, y por lo tanto, las manifestaciones, paros y huelgas de los universitarios.

Para sobrevivir, tuvo que esconderse debajo de un coche. Tuvo suerte, salió ileso. Llevaba un saco de gamuza español, tal vez su mejor prenda. Quedó hecho una desgracia, y aún lo conservo en mi armario. Es una pena que no pueda usarlo ni para andar por casa: mi padre era un hombre muy delgado.

Escribió su crónica, y también guardo una gran carpeta con los recortes de periódico que él reunió (era uno de sus vicios). Ahí está todo lo que publicó en la prensa en los siguientes días. Frente a las evidencias y testimonios de protagonistas y testigos, no faltaron las voces oficialistas que dijeron que aquello nunca había sucedido. 

Dos días después, hubo una «inspección ocular», una suerte de reconstrucción de los hechos por las autoridades. El presidente de la República pidió una investigación, que nunca llegó a nada, nunca se castigó a los culpables. Acompañaban al Procurador General de la República el secretario de Educación Pública y el coronel Ángel Rodríguez García, jefe del Estado Mayor de la Policía, quien dijo que la policía había cerrado el paso a todos los vehículos.

Mi padre, dice una crónica, «replicó en forma enérgica que se había permitido el paso a vehículos que venían de San Cosmo y la Avenida Instituto Técnico [...], de los que descendieron individuos que se mezclaron con los estudiantes.»

Entonces mi padre, en el mayor acto cívico de su vida, sin duda el más arriesgado, preguntó al coronel «por qué no había intervenido la policía si estaba viendo que se disparaba sobre los manifestantes y eran agredidos en forma brutal. / Respondió el coronel Rodríguez García que la policía nunca ha intervenido en manifestaciones estudiantiles y que la consigna que había recibido era la de no intervenir». 

Crónicas, notas y libros* sobre los hechos dan testimonio de la airada denuncia de mi padre, que desmintió al coronel ante el procurador. No sucedió nada más, ni para bien ni para mal. En Novedades no les gustó la intervención de mi padre. Unos meses después se fue del periódico. No volvió a usar el saco de gamuza, pero lo conservó. Más de una vez le pedí que me contara, le hice preguntas. Sus respuestas fueron rápidas, vagas. Nunca quiso contarme, aunque no lo había olvidado, lo que sucedió aquel diez de junio de hace cincuenta años.
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*Gerardo Medina Valdés, Operación 10 de junio, Ediciones Universo, México, 1972.
  Gerardo Ortiz (ed.) Jueves de corpus, Diógenes, México, 1971.
  Reporteros y escritores de Proceso; La investigación, Proceso, México, 1980.