18 de noviembre de 2015

Rayuela: juicio a la literatura

Saúl Yurkievich no sólo fue uno de los amigos más queridos de Julio Cortázar, también fue su albacea literario y, por mucho, su mejor crítico. Muy pocos como él han sabido sumergirse en la obra y al volver de ella, como si emergieran de la Cueva de Montesinos, dar cuenta con sobria lucidez de su incursión en lo extraordinario. 

Han sido muchos los críticos entusiastas y perspicaces de la obra de Cortázar, pero no todos han visto el vínculo esencial entre vida y literatura que anima esa escritura, y si un crítico no ilumina el camino del lector al señalarle los múltiples sentidos y significados de un texto, su oficio no me interesa ni tiene razón de ser.

Héctor Schmucler fue uno de esos pocos lectores privilegiados que comprendieron cabalmente Rayuela desde el principio. En 1965, apenas dos años después de la publicación de la novela-poema, escribió "Rayuela: juicio a la literatura", un largo artículo para Pasado y Presente, una revista argentina, célebre y referente de la intelectualidad hispanoamericana de aquellos años.

Rayuela: juicio a la literatura (Fondo de Cultura Económica, 2014) es el nombre del volumen que recupera un artículo en verdad esencial y una nueva vuelta a la obra, "La innovación cortazariana". Sin duda, es un acierto la recuperación de estos textos, que se acompañan de una breve introducción y un epílogo.

"Rayuela: juicio a la literatura" ha cumplido cincuenta años y su voz sigue intacta. Sus argumentos y razones son contundentes, su fuerza impecable, y su asombro se desdobla en un impulso urgente por volver a la novela. Schmucler, lector temprano, fue uno de los primeros en comprender la dimensión del hecho textual que sucedía ante sus ojos y desde entonces en su vida, los múltiples planos de la obra: «la novela en su conjunto es una metáfora de mil sentidos» porque «la escritura de Cortázar coagualaba una demorada promesa, reordenaba nuestra experiencia del mundo».

No son pocos los lectores y críticos que dicen que Rayuela ha envejecido, incluso que ha envejecido mal. En realidad, los que envejecen son los lectores: los libros se mantienen intactos en sus palabras, su estructura. Pero admitamos que una obra con los años deja de mover las fibras más sensibles de un lector y aun de una generación, que deja de sacudirlo y excitarlo, que ya no le ofrece respuestas ni belleza, que ha dejado de ser una puerta por la que entra lo imaginario y deslumbra la belleza.

En el caso de Rayuela ese envejecimiento sólo es posible en los planos más superficiales y anecdóticos, no su búsqueda de lo otro, en su salto metafísico, en su impulso vital para romper el absurdo. Pocos, muy pocos libros siguen moviendo a los lectores más jóvenes de cada generación desde hace cincuenta años. Schmucler nos ofrece también un testimonio de cómo fue leída Rayuela por esos lectores de la primera hora: «algo nuevo, largamente esperado, había acontecido en nuestras vidas».

La obra de Cortázar ha generado una bibliografía inmensa, una montaña de reseñas, artículos, ensayos y libros que podría, reunida, conformar en sí misma una biblioteca. El Fondo Julio Cortázar de la Universidad de Poitiers guarda tantos documentos que leerlos podría ser, para un lector curioso o investigador, un proyecto de vida. Y pocos de ellos, muy pocos, abrazan y abarcan Rayuela en su justa dimensión como "Rayuela: juicio a la literatura".

No parece una desmesura publicitaria el texto de la contracubierta: Schmucler hizo una lectura de la novela y un texto excepcional sobre ella: «cuando todos andaban frotándose los ojos sin saber muy bien qué hacer con ese artefacto literario, con apariencia de explosivo, que tenían entre las manos.»