In memóriam Rubén Bonifaz Nuño
Lo conocí hace muchos años, hacia mil novecientos ochenta. Tenía su
tertulia en una taquería del sur de la ciudad en la que celebraba la poesía y
la amistad. Entonces ya me parecía un viejo. Con la soberbia de un poeta
adolescente le mostré el soneto que yo acababa de escribir. Lo leyó, volvió a
leerlo, se entretuvo en alguna imagen del segundo cuartero. Lo celebró y me
sugirió que quitara una i griega. No lo hice, por supuesto.
Dejé de verlo, pero me
acercaba a su poesía con frecuencia, a veces con desgana, otras con entusiasmo:
todo es bueno si la llama de la vida lo enciende. Un día me sorprendió que le
escribiera una colección de sonetos a una mujer del mundo del espectáculo que
fingía ser actriz en pésimas telenovelas. Ella era guapa y el poeta, que nadie
lo culpe, se había enamorado.
Conversé con él dos o tres veces más. Hablamos de los autores griegos y latinos que traducía pero yo hubiera querido hablarle de la actriz de sus amores. He
vuelto a sus libros (nunca el tema es de por sí poesía) y descubro que en cada nueva lectura me dice más. Sus poemas me parecen más reposados, más sabios y profundos. Para el verdadero encuentro me faltaban años.
Hoy ha muerto y en medio de la
barbarie debemos detenernos y abrevar de sus palabras: En medio del alba
mira el poeta [...] y encuentra, en el dulce canto que forma, un modo inocente
de estar contento y de hacer el bien a los que pasan.
La partida de un poeta es un hecho pleno
de significados. Es necesario y urgente hacer algo como leer sus versos hasta
el fondo de la noche, su poesía vital, su poesía amorosa, sus versos vitales y amorosos. Sí, y después de la lectura, apabullado o empapado en su palabras, tal
vez realice un sacrificio, un acto noble y sensato de justicia poética en
memoria de aquel primer encuentro, tan lejano en el tiempo y tan fresco en mi ánimo.
Tal vez reconsidere mi decisión y me incline y
quite para siempre una i griega que seguramente le sobra a un soneto casi perfecto y tan soberbio como adolescente. Tal vez descubra con humildad que no ha terminado la intensa
lección del maestro.