14 de febrero de 2011

Belleza americana

Con American Beauty, película que hurga con saña en el rincón más oscuro del American Way of Life, la máquina de los sueños y las ilusiones ha despertado de una pesadilla con nombre de rosa, la misma que rodea el jardín de esta singular familia de los suburbios de cualquier ciudad de los Estados Unidos, como también es una rosa el fetiche sexual de ese frustrado y desdichado que busca en su podredumbre una salida. ¿De verdad son así los estadounidenses?

Los tópicos y los lugares comunes, los epítetos cien veces repetidos acaban por ocultar la realidad, por deformarla para constituirse en la verdadera máscara, en el rostro que deseamos ver. Es muy simplista pensarlos siempre los más degenerados, enfermos y sucios, campeones sin rival del engaño y las apariencias, con su fascinación por las armas de fuego y su sexualidad siempre en problemas, por decir lo menos.

Pero aun ahí, asoma el amor y para alguien salta la belleza en la metafísica del vuelo de una bolsa de plástico. Este filme de Sam Mendes, británico de origen portugués, ya es un clásico, amargo y duro, pero un clásico al fin de cierta cinematografía que seguramente será un referente, con lo que dice y lo que deforma, lo que muestra y lo que oculta, con lo que revela y distorsiona, de fines del siglo XX.