Isidro Fabela Alfaro murió hace sesenta años, en agosto de 1964. Mi tío Isidro, decía mi padre. Era primo hermano de mi abuelo Gabriel, y éste tuvo cargos menores en el servicio exterior y salió al mundo acompañando al tío Isidro.
La trayectoria diplomática y política de Isidro Fabela es asombrosa. Uno de los embajadores y negociadores más talentosos que ha tenido México, con logros extraordinarios y un peso internacional, entre las naciones, que hoy se antoja de fantasía:
Secretario de Relaciones Exteriores, embajador en Francia, en Argentina, en Chile, en el Reino Unido, en Alemania y en Brasil, y fue juez de la Corte Internacional de Justicia en La Haya. Sus trabajos y gestiones en la Sociedad de las Naciones fueron notables. Contribuyó decididamente a forjar la admirable, respetable y respetada política exterior de México, que por desgracia ha desparecido.
Aún se recuerda y reconoce su defensa de la República Española, de Austria y de Etiopía, los tres agredidos por el fascismo y el nazismo, en algunas de las horas más negras del siglo XX; Haile Selassie I, emperador de Etiopía, viajó a México en junio de 1954 para agradecer la defensa de su país, la valiente denuncia de la invasión de la Italia de Mussolini en 1936. Visitó al presidente Adolfo Ruiz Cortines y pronunció un sentido discurso en Palacio Nacional.
Una rotonda de Ciudad de México se llama Etiopía, y sé que algún sitio de Etiopía lleva el nombre de México. (En Viena, una placa recuerda que México fue el único país que protestó en la Sociedad de las Naciones por la anexión de Austria por la Alemania de Hitler.)
Mi padre me hablaba poco de él; mejor aún, no dijo casi nada. Pero tengo el vago recuerdo del relato, tal vez imaginario, del día en que Isidro Fabela llevó al emperador de Etiopía a su tierra, Atlacomulco; de cualquier modo, donde fuera, y esto es un hecho, mi padre estuvo presente en un acto o una recepción y el tío Isidro los presentó.
El tío Isidro, no sé con qué motivo, le regaló a mi padre, cuando éste era muy joven, un reloj de oro que todavía da la hora y cuido con esmero. No conservo nada más. Unas cuantas fotografías, ejemplares de sus libros (que no he leído).
No sé si exista una buena biografía del tío Isidro. Hace años que no visito la Casa del Risco, en San Ángel, Ciudad de México, que él donó al pueblo de México como sede de un museo y centro cultural, que ha venido a menos.
La misión diplomática de Isidro Fabela, sus esfuerzos por la paz y justicia entre las naciones, su legado político, se diluyen, se desdibujan, se pierden en el devenir de los días; como todos, como a casi todos, lo devora el olvido. Cada vez se hablará menos de las acciones y los servicios prestados por Isidro Fabela; en la familia tenemos del todo olvidado al tío Isidro, que murió hace sesenta años.